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El Ejército mide con precisión milimétrica la frontera entre España y Andorra tras 160 años

Expertos españoles y andorranos redescubren inscripciones ocultas en la sierra que marcan límites históricos aún vigentes

Este ambicioso proyecto ha redescubierto elementos patrimoniales olvidados, como cruces talladas en roca durante el siglo XIX.

Este ambicioso proyecto ha redescubierto elementos patrimoniales olvidados, como cruces talladas en roca durante el siglo XIX.Ejército de Tierra

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En un proceso meticuloso que ha durado más de dos años, la delimitación exacta de la frontera entre España y Andorra ha sido revisada centímetro a centímetro. Equipos topográficos han realizado un trabajo sin precedentes empleando tecnologías modernas para geolocalizar con una precisión inferior a cinco centímetros las marcas históricas que, desde hace casi 170 años, dividen ambos territorios en el corazón del Pirineo.

Este ambicioso proyecto, que comenzó en 2023 y cuya fase final concluyó a principios de este 2025, no solo ha servido para actualizar los mapas oficiales, sino que ha redescubierto elementos patrimoniales olvidados, como cruces talladas en roca durante el siglo XIX. 

Los resultados, que aún no han sido difundidos oficialmente, son fruto de la labor conjunta entre el Centro Geográfico del Ejército (Ceget) y el Instituto Geográfico Nacional (IGN), que han documentado y confirmado la vigencia de las delimitaciones originales con rigurosidad inédita. Lejos de ser un simple ejercicio de actualización cartográfica, el proceso ha revelado episodios históricos, usos tradicionales de antiguas herramientas de medición y el peso de antiguos tratados internacionales. 

En la mayoría de los puntos fronterizos, las marcas se encontraban ocultas bajo musgo o camufladas por el paso del tiempo, obligando a los especialistas a remover capas de historia para restaurar la línea invisiblemente presente en la memoria de los pueblos colindantes.

La revisión metódica de una frontera forjada en piedra

La frontera sur de Andorra con España, fijada tras diversas campañas entre 1856 y 1863, había quedado marcada por una sucesión de hitos esculpidos manualmente en la roca. La mayoría de estas señales son cruces con aspa, de apenas unos centímetros de longitud, dispersas en parajes de difícil acceso. Con la ayuda de tecnología GPS de alta precisión, los especialistas inspeccionaron cada señal, referenciando su posición geográfica y asegurando una exactitud nunca antes conseguida.

En ciertos tramos, la vegetación exuberante y el clima pirenaico habían enterrado bajo musgo y tierra los vestigios, complicando la tarea de los técnicos. Para validar que las inscripciones correspondían a las recogidas en el acta notarial original —fechada en 1856 y refrendada por autoridades andorranas y españolas—, resultó imprescindible recurrir a una herramienta histórica: la vara castellana, con sus 83,59 centímetros, usada durante los trabajos originales. Este instrumento, ya obsoleto, permitió comprobar que las distancias entre cruces coincidían con las medidas detalladas en los documentos de hace más de siglo y medio.

Contexto histórico: tratados, ampliaciones y actos notariales

La delimitación actual surge como continuación de los acuerdos firmados en el siglo XIX, especialmente el Tratado de Bayona de 1856, firmado por España y Francia, que dejó sin definir parte de la frontera con el Principado de Andorra. Para resolver ese vacío, se organizaron campañas entre 1856, 1858 y 1863, lideradas por autoridades de la Seu d’Urgell, Sant Julià de Lòria, La Massana, Arcabell, Argobell, Civís y Os, junto a representantes locales y notarios de ambos territorios.

Las memorias de esas jornadas quedaron recogidas en actas firmadas por Rossend Jordana, notario de Andorra, y Salvador Galindo, su homólogo de España. Estos documentos, esenciales para la geolocalización moderna de la frontera, detallaban la ubicación precisa de cada cruz y narraban la implicación directa de los pueblos colindantes en la definición del límite. Las ampliaciones se sucedieron en 1858, 1862, 1866 y 1868, siempre en paralelo a los acuerdos hispano-franceses, consolidando el trazado del límite hispano-andorrano.

Búsqueda de señales y las dificultades del terreno pirenaico

La localización de las antiguas marcas no ha estado exenta de obstáculos. Durante las expediciones realizadas a lo largo de 2023 y 2024 y hasta principios de 2025, los expertos debieron enfrentarse no solo a la topografía accidentada, sino también a fenómenos como la proliferación del musgo en las zonas de umbría, que ocultaban muchas cruces forjadas en piedra. En algunas áreas particularmente recónditas, correspondió excavar y limpiar cuidadosamente las superficies rocosas para identificar los vestigios de la línea divisoria.

Paralelamente, se revisaron los principales puertos de montaña y los accidentes geográficos relevantes, confirmando que algunos tramos de la frontera siguen los ríos Runer y Valira, mientras que otros dependen exclusivamente de las marcas pétreas. El uso de tecnologías como la fotogrametría y el escaneo láser potenció la fiabilidad de los registros actuales, permitiendo elaborar mapas digitales que integran el patrimonio físico y documental de la frontera.

Implicaciones para la gestión de fronteras en 2025

La actualización precisa de la frontera entre España y Andorra cobra especial relevancia en el contexto actual, marcado por nuevos desafíos geopolíticos y de movilidad. La labor de los técnicos del Ceget y el IGN, en colaboración con autoridades andorranas, sienta las bases para una gestión más ágil de los pasos fronterizos y para conservar la memoria histórica compartida entre ambas naciones.

En un mundo cada vez más interconectado, la delimitación decidida y precisa de los límites no solo asegura la jurisdicción y los derechos de los estados, sino que también da valor al legado cultural y natural de quienes residen en las zonas limítrofes. A la espera de la publicación oficial de los resultados, la revisión fronteriza se perfila como un ejemplo de colaboración internacional y rigor técnico, que combina tradición, memoria y futuro entre las montañas del Pirineo.

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