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El rincón de Tarragona que esconde un cementerio de barcos de la Primera Guerra Mundial

Durante el conflicto bélico, esta zona de la demarcación se convirtió en un punto estratégico

Imagen de archivo de un barco hundido.

Imagen de archivo de un barco hundido.Scuba Diving

Daniel Cabezas Ramírez

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Frente a la costa de Tarragona, en las profundidades del Golfo de Sant Jordi, existe un lugar poco conocido pero de gran valor histórico. A pocos kilómetros del Delta de l'Ebre, se encuentra un cementerio submarino de embarcaciones hundidas durante la Primera Guerra Mundial-

Durante el conflicto bélico, esta zona se convirtió en un punto estratégico. En sus aguas, submarinos alemanes acechaban a barcos aliados que transportaban tropas y suministros. Hoy, más de una decena de embarcaciones hundidas reposan a distintas profundidades, convertidas en enclaves de buceo e investigación arqueológica.

Uno de los más conocidos es el Chulmleigh, también llamado "el vapor del Momell", un carbonero británico hundido en 1917. Sus estructuras metálicas, situadas a 83 metros bajo el mar, se conservan en notable estado, lo que lo convierte en un valioso testimonio de la ingeniería naval de la época y un refugio natural para especies marinas.

Otra embarcación emblemática es el Medjerda, un vapor correo que unía Port-Vendres (Francia) con Orán (Argelia). Fue torpedeado sin previo aviso en 1917, en una de las mayores tragedias navales ocurridas en aguas catalanas. A bordo viajaban soldados que regresaban al frente, y más de 400 personas perdieron la vida en el ataque. Hoy, el casco del barco reposa a 105 metros de profundidad.

El Cavour, conocido como “el Correo”, completa este trío de historias sumergidas. Este vapor de pasajeros que cubría la ruta entre Italia y Argentina sufrió varios incidentes antes de su hundimiento definitivo en 1917. A 52 metros bajo el nivel del mar, sus restos aún guardan las huellas de dos guerras y de los miles de migrantes que un día cruzaron el océano en busca de una vida mejor.

Los restos de barcos del Golfo de Sant Jordi no solo ofrecen un viaje al pasado, sino también un nuevo hábitat para la biodiversidad. Peces, corales y organismos marinos han colonizado estos restos de hierro, convirtiéndolos en arrecifes artificiales. Un rincón escondido de Tarragona donde la historia sigue viva bajo el mar.

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