Comercio
Sefa Mohedano: 40 años siendo la florista de la Rambla
La Floristería Romeu de la Rambla Nova de Tarragona abrió el 12 de diciembre de 1985, cuando la Sefa tenía quince años

Sefa esta misma semana, en el quiosco de la Rambla Nova.
La Floristería Romeu de la Rambla Nova de Tarragona celebra este año un aniversario muy especial: los 40 años de trayectoria de Sefa Mohedano como florista. Cuatro décadas detrás del mostrador de un negocio que es mucho más que una tienda de flores: es un espacio de memoria, de confidencias y de vida cotidiana del barrio.
En estos 40 años, el oficio ha cambiado, pero no tanto como podría parecer. «Antes», explica Sefa, «todo era mucho más clásico: poca variedad de flores y compras más puntuales, casi siempre ligadas a fechas concretas». Hoy sigue habiendo momentos clave —Todos los Santos, Sant Jordi, el Día de la Madre o San Valentín- pero se han sumado nuevas celebraciones, muchas importadas de fuera: «La gente de fuera celebra el Día de la amistad, el Día de la mujer... y regalan flores a todas las mujeres de casa». También destaca la generosidad de muchas cuidadoras de personas mayores, que tienen el detalle constante de regalar flores a los abuelos que cuidan.

Sefa Mohedano, con quince años, cuando empezó a trabajar en la floristería.
Lo que no ha cambiado, sin embargo, son las flores más vendidas, porque siguen siendo las de siempre: rosas, tulipanes y gerberas, con la rosa como reina indiscutible. El cálculo para tener siempre flor fresca no está escrito en ningún sitio: es intuición, experiencia y aquello que mi madre, florista, igual que los abuelos y la tía, psicología. «Cuando empecé a trabajar de florista, le preguntaba a mi madre cómo es que no se apuntaba lo que tenía que pedir, y pensaba que, cuándo me tocara hacerlo a mí, tendría libretas llenas. Y ahora hago igual que ella, lo calculo a ojo».
En cuarenta años, Sefa ha hecho de todo: ramos para regalar, para funerales y ramos de novia, desde los más clásicos hasta los más rompedores –negros, azul eléctrico o incluso para novias que se han casado con una sola rosa.
La clientela, explica, también ha evolucionado. Hay clientes de toda la vida, «pero también muchos jóvenes, cada vez más acostumbrados a regalar flores, incluso las chicas a los chicos, rompiendo viejas costumbres».
La floristería también es un punto de encuentro. «Aquí la gente entra, charla, explica penas y alegrías. Es un poco de terapia», dice. Una relación humana que no se encuentra ni en los supermercados ni en internet. La calidad, el asesoramiento y el trato personal son lo que marca la diferencia.
El quiosco también es lo mismo de hace 40 años, con sus anécdotas, algún susto —como un incendio accidental— y las marcas del tiempo.
Sefa afirma que piensa jubilarse en los 65, con el relevo asegurado. Pero hasta entonces, seguirá haciendo lo que ha hecho siempre: poner flores a los momentos importantes de la vida de los otros.