Diari Més

Sociedad

El deber de reparar «una herida profunda»

Diez testigos de la Guerra Civil y la dictadura franquista explicaron ayer en Tarragona las violencias y penurias sufridas en aquella época

La Antigua Audiencia acogió ayer por la noche la primera Audiencia Memorial celebrada en la ciudad de Tarragona.

La Antigua Audiencia acogió ayer por la noche la primera Audiencia Memorial celebrada en la ciudad de Tarragona.Tjerk van der Meulen

John Bugarin
Publicado por
Tarragona

Creado:

Actualizado:

«Por su juventud y sus ideales, es un peligro para la sociedad. Pena de muerte». Esta fue la sentencia del jurado popular que condenó a muerte a Enric Olivé Martínez en el año 1936. Su hijo, Enric Olivé Serret, leía ayer estas mismas palabras mientras la voz se le rompía.

Lo hacía delante de más de un centenar de personas, durante la primera Audiencia Memorial celebrada Tarragona, un acto que permitió escuchar el testimonio de diez personas vinculadas a la ciudad que sufrieron las violencias y las penurias de la Guerra Civil y la dictadura franquista.

«Mi padre no militaba en ningún partido político, pero fue dirigente de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña», explicaba Enric, quien detallaba que, tras el golpe de estado contra el gobierno de la Segunda República, fue sentenciado a la pena capital por «su convicción católica». Afortunadamente, fue salvado por un miembro del Comité Revolucionario, conocido como el ‘Madriles’. «Hace un siglo de todo eso y las heridas son profundas», expresaba.

Su padre estuvo encarcelado en un barco prisión en el Port de Tarragona, como el padre y el abuelo de Vicente Loscos. El primero se salvó, mientras que el segundo fue fusilado sin motivo el 12 de noviembre de 1936, con 54 años, en el cementerio de Torredembarra y fue enterrado en una fosa común.

La familia pudo identificar y recuperar el cuerpo, cosa que no pudo hacer Montserrat Giné con el de su abuelo Josep Giné, concejal republicano de Els Guiamets. En el año 1939, se tuvo que marchar al campo de concentración de Argelers (Francia) y, años después, volvió a Tarragona pensando que no le pasaría nada. Pero la gente del pueblo le delató y le fusilaron en la Montaña de la Oliva.

Uno de los casos más duros fue narrado por Emilio Vives y que todavía está en la retina de los tarraconenses más veteranos. Su abuelo, Josep Maria Vives Sales, era médico forense y médico de la prisión de Tarragona «sin ninguna vinculación política». El 28 de julio del 1936, «fue torturado y quemado vivo» delante de su casa por «venganza personal», ya que se negó a firmar un documento a favor de un preso.

Este hecho se convirtió en un «tema tabú» en casa de los Vives, un hecho que era habitual en aquella época. «Recuerdo mucho silencio», explicaba Nuria Alomà. Su padre, Josep Maria, fue concejal de cultura en Tarragona durante la Guerra Civil.

Con la rebelión militar, fue condenado a muerte, pero consiguió el indulto «gracias a los esfuerzos de mi madre». Eso sí, lo desterraron de Cataluña. Tampoco hablaba de su experiencia a la Leva del Biberón Ramón Mas. «Quedaron marcados siendo muy jóvenes y querían olvidar los hechos que estropearon sus vidas», apuntaba su nieta, Sílvia Mas.

«¿Qué dirían nuestros padres con el blanqueo del franquismo que estamos viviendo? Que no desfalleciéramos en la lucha por la democracia, los derechos humanos, de las mujeres y los trabajadores,» aseguraba Neus Saún. Su padre, Leandre Saún, un histórico militante del PSUC. Tanto él como su madre, que acabaron siendo desterrados a Girona. En su caso, «la situación nunca se vivió en silencio porque en nuestra casa era un continuo de encuentros clandestinos». Eso sí, estuvieron siempre vigilados.

El acto celebrado en la Antigua Audiencia continuó con los testimonios de Matilde Rodrigo Knafo, hermana de Gabriel Knafo, que murió en una manifestación en Tarragona a finales de la dictadura franquista; Ricardo Gil, que acabó trabajando en la refinería de Tarragona porque le echaban todos sus puestos de trabajo por haber luchado contra la represión franquista.

Finalmente, Adelina Figueras explicó la «lección de vida» de su padre, Josep Figueras, soldado republicano que acabó deportado en el campo de Mauthausen. «Veo mía su lucha por la democracia», afirmaba orgullosa. Primeras, segundas, terceras y cuartas generaciones explicaron sus vivencias familiares en la Audiencia Memorial impulsada por el Departamento de Justicia y Calidad Democrática.

El acontecimiento fue conducido por Mireia Vives y Jordi Palou, abogados, mediadores e impulsores de las audiencias memoriales. «Es un acto de escucha respetuosa, de reparación moral y simbólica y de reconocimiento institucional», decía Vives. «No repitamos la historia», declaraba también el alcalde de la ciudad, Rubén Viñuales. «Tenemos que buscar a las personas que no saben que todo esto pasó hace nada por los mismos sitios donde camina siempre», remarcaba el alcalde.

En este sentido, el consejero de Justicia y Calidad Democrática de la Generalitat, Ramon Espadaler, aceptó «el compromiso de escucha y reparación» hacia las víctimas de la Guerra Civil y la represión franquista, un deber moral que no recae sólo sobre las administraciones, sino sobre todos los ciudadanos que quieren una sociedad justa, libre y democrática.

tracking