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Geografía

Tarragona concentra una treintena de infraestructuras en zonas inundables

Instalaciones químicas y varios espacios patrimoniales encabezan la lista, con más de una veintena de puntos críticos

Mapa de Tarragona donde se indican las diferentes infraestructuras de la ciudad situadas en zonas con riesgo de inundación.

Mapa de Tarragona donde se indican las diferentes infraestructuras de la ciudad situadas en zonas con riesgo de inundación.Diario Més/Ministeri para la Transición Ecológica

Marta Omella
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Tarragona

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Tarragona cuenta con una treintena de infraestructuras, espacios patrimoniales y equipamientos públicos situados en zonas susceptibles de inundarse en episodios de lluvia extrema, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica. Estas señalan especialmente el frente marítimo y la desembocadura del Francolí, donde se concentran sectores industriales, portuarios y campings. 

Los datos se han calculado utilizando un periodo de retorno de 100 años, que sirve para estimar la probabilidad que un episodio extremo se repita. Eso no quiere decir que las zonas indicadas se tengan que inundar necesariamente una vez cada 100 años, ni que pasará dentro de un siglo —podría darse en cualquier momento—, sino que pasará una vez, como mínimo, en este periodo de tiempo.

La EDAR y parte de las instalaciones del Port de Tarragona figuran en este grupo de riesgo muy elevado, igual que dos industrias químicas consideradas Seveso —Repsol Petróleo SA (Port) y Exolum, que quedarían afectadas en un episodio de precipitaciones comparable a una DANA. También entran en esta categoría tres campings de la zona de Tamarit y la Móra, así como once espacios clasificados como patrimonio arqueológico. Entre los más vulnerables está la Necrópolis Paleocristiana, el Castillo y la Vila Closa de Tamarit, el Suburbium Occidental de Tárraco o la Vil·la del Mas dels Canonges, entre otros. Se consideran críticos también algunos elementos del patrimonio arquitectónico de la ciudad, como la Universidad Laboral, la Acequia Mayor, o el antiguo edificio de la Coca-Cola.

Con respecto a los equipamientos públicos, el informe sitúa con riesgo leve los institutos Pere Martell y Cal·lípolis. La Guardia Urbana también aparece dentro de una zona con riesgo bajo, mientras que el cuartel de la Guardia Civil se ubica en un área de riesgo grave. El peligro no sólo afecta infraestructuras, ya que el 3,9% de la población se encuentra en áreas con riesgo alta de inundación. Ante esta información, fuentes del Ayuntamiento aseguran que, aunque todavía no se ha terminado el estudio de inundabilidad del nuevo POUM, este incorporará escenarios de inundación más exigentes, elaborados conjuntamente con la ACA para «adaptarnos a escenarios extremos, que son cada vez más frecuentes».

Un problema que viene de lejos

«El problema viene de un mal planteamiento urbanístico histórico», afirma Sergi Saladié, doctor en Geografía y profesor en la URV. «Fuera de los cauces, que sí que están protegidos, los desbordamientos no siempre se han integrado en los planes urbanísticos. Muchas de las zonas construidas hace décadas ya estaban en áreas inundables, y eso ahora es difícil de revertir», explica. Saladié asegura que al conjunto del Camp de Tarragona, el 11% del suelo urbano se encuentra en zona inundable, unas 1.600 hectáreas, y que un 5% de los equipamientos están expuestos. «Puede parecer poco, pero este porcentaje representa 148 instalaciones», detalla.

¿Cómo podemos solucionar esta problemática?

«Puedes asumir el riesgo y esperar a gestionar la emergencia cuando llegue, pero con el cambio climático los episodios serán más frecuentes y más intensos. Lo que pasaba cada 20 años puede pasar cada 2 o 3», advierte Sergi Saladié, doctor en Geografía. La solución, admite, no es sencilla. «Se tendría que replantear el planeamiento urbano e incluso desclasificar zonas urbanas para pasarlas a no urbanizables. Eso quiere decir mover gente, personas a las cuales se tiene que compensar porque no pueden quedarse en la calle. Es muy complicado», explica.

Otra vía de actuación posible sería proteger ciertas infraestructuras con la construcción de muros o rompeolas. Esta, indica, sería una opción viable en casos puntuales, pero «costosa y de gran impacto ambiental» si se tratara de una superficie extensa.

Los espacios patrimoniales son un caso todavía más complejo. «Tenemos dos opciones. O bien intentamos blindar estas construcciones, o asumimos que la naturaleza seguirá su curso», dice. El experto opina que este es un debate que «tendría que abordar toda la sociedad, no sólo los gobiernos locales». «Creo que es un tema que trasciende los poderes públicos. Hay que poner todos estos datos científicos sobre la mesa y a partir de aquí decidir entre todos», afirma.
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