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Los primeros maestros de la democracia

La primera promoción universitaria de magisterio en Tarragona celebra 50 años de su graduación

Imagen de archivo de la primera promoción universitaria de magisterio en Tarragona, y la última que finalizó sus estudios en la Escuela Normal

Imagen de archivo de la primera promoción universitaria de magisterio en Tarragona, y la última que finalizó sus estudios en la Escuela NormalCedida

Marta Omella
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Tarragona

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El año 1975, mientras el país vivía la última etapa del franquismo, un grupo de 43 estudiantes de magisterio se graduaba en la Escuela Normal de Tarragona. Esta fue la primera promoción universitaria —categoría perdida en 1939— que estudió en aquel centro, a la hora que la última, ya que el curso siguiente los estudios de magisterio abandonaron la cerca del Milagro para trasladarse al complejo educativo de la universidad.

50 años después, el grupo se ha reencontrado para celebrar este hito. «Fuimos los primeros que tuvimos que cursar el COU para acceder a la diplomatura. Éramos pocos, una cuarentena, pero los que éramos, realmente queríamos ser maestros», recuerda Àngels Bacaria. En aquel momento, apunta, el trabajo estaba casi asegurado. «Todos acabamos trabajando, y la mayoría hemos ejercido toda la vida», añade Mercè Bonsfills.

Si bien el grupo tuvo la buena fortuna de ejercer poco tiempo bajo el franquismo, toda su formación se vio afectada por la dictadura. «Para obtener el título tuvimos que hacer el famoso cursillo de Espíritu Nacional. Fue el último año que se hizo, la promoción siguiente ya se negó», explica Ramon Setó.

«Tuvimos algunos profesores muy buenos, pero otros que todavía eran mucho de la ‘vieja escuela’, seguían una metodología muy tradicional», recuerda. Fuera de las aulas, sin embargo, hervía un espíritu nuevo. «Nosotros teníamos una visión diferente de qué era la enseñanza», subraya Bacaria.

«También fuimos muy militantes de la escuela catalana, aunque a menudo tuviéramos que hacerlo a escondidas. Nos ‘reciclamos’ todos en catalán, poniendo muchas horas, ya que nosotros habíamos recibido toda la formación en castellano», señala. «Eran tiempos adversos, pero había una gran motivación y muchísima voluntad», concuerda Bonsfills.

Así y todo, los compañeros guardan un amplio cajón de buenos recuerdos. Éramos como una familia, estábamos muy unidos. Pasábamos los ratos libres en el Anfiteatro, hacíamos excursiones... También hicimos un viaje de fin de carrera a Mallorca», recuerda Setó. A pesar de ser adultos, apunta, la dirección del centro todavía los envió acompañados de un carabinero. «Escogimos al profesor más joven y se acabó integrando en el grupo», añade Bacaria entre risas.

La evolución del oficio

Ya hace medio siglo que la promoción de 1975 inició su carrera laboral. Estos años, afirman, les han permitido ver una evolución «espectacular» de la docencia. «Empezamos con tiza cuadrada, que incluso daba alergia, y hemos acabado con pizarras digitales y ordenadores para cada alumno. La transformación tecnológica ha sido brutal», dice Setó.

No obstante, insisten en que la base de la enseñanza no ha cambiado. «Lo más importante sigue siendo el trato con la persona, el ejemplo que das como maestro», afirma Bonsfills.

«De hecho, la relación con los alumnos ha cambiado muchísimo. Ya no se basa en el autoritarismo, sino que se escucha, se habla... es mucho más cercana», añade Bacaria. También ha crecido el contacto con las familias. «Cuando empezamos no había ni asociaciones de padres. Las ayudamos a crear nosotros mismos», recuerda.

Lo que no cambió nunca es su pasión por el oficio. «Hemos sido maestros felices, sin depresiones ni desánimo. Siempre con ganas de aprender», asegura la docente.

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