Diari Més

Santa Tecla

La Víbria, guardiana de los primeros adioses al chupete

Diplomas y piruletas endulzaron uno de los rituales más tiernos de Santa Tecla

Un niño se despide del chupete delante de la Víbria con el apoyo de su padre, en el tradicional ritual de Santa Tecla celebrado este lunes por la tarde.

Un niño se despide del chupete delante de la Víbria con el apoyo de su padre, en el tradicional ritual de Santa Tecla celebrado este lunes por la tarde.Gerard Martí

Marta Omella
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Tarragona

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Ayer fue un gran día para la pequeña Ona, que celebraba su valentía con una piruleta. «Se ha agujereado el ‘tete’», explicaba sin ninguna lástima. Como muchos otros niños tarraconenses, se despidió del chupete haciendo el tradicional sacrificio a la Víbria. «Tenemos otros familiares más mayores que han venido otros años, y ella quería hacer lo mismo», decía su madre, Sandra, con orgullo. «Hoy te has hecho mayor», le recordaba.

La plaza de las Cols se encontraba llena de familias que habían tenido la misma idea. Minutos antes, esperaban la llegada de la bestia mientras charlaban y entretenían, como podían, las criaturas. En torno a las 18 h, la Víbria empezaba a descender por las escaleras de la Catedral al ritmo de los timbales y cambiando el fuego por un gran chupete colgado en el cuello.

Algunos niños la saludaban tímidamente con la mano desde los hombros de sus padres y madres; otros la miraban con recelo, como si no se acabaran de fiar, preparándose para el momento en que, a traición, la bestia empezara a sacar chispas. Mientras acababa su baile, las familias ya creaban estrategias.

«Es mejor si nos esperamos un rato, habrá menos gente», comentaba una mujer a su marido, que ya iba a la cola con determinación. Los pequeños entregaban su chupete con menos lágrimas de las esperadas y eran recompensados con una golosina y un diploma. No hace falta decir qué regalo hacía más ilusión a los padres y cuál a los niños.

Algunos, como Kaira, hacía un tiempo que lo habían abandonado, pero querían dar el paso simbólico. «Hará ya mes y medio, pero nos hacía ilusión», explica Àstrid, su madre. Otros, en cambio, se despedían sin ser plenamente conscientes de lo que eso significaba. «Ha sido muy valiente, no ha llorado ni nada», explicaba Paula, madre de Jan. «La noche quizás será dura hoy, ya lo veremos», añadía entre risas.

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