Tradición
Sant Magí, de la cueva a los altares
La leyenda del patrón de Tarragona lo sitúa tres décadas de ermitaño hasta que el prefecto Daciano lo hizo detener y matar

Imagen del retablo de Sant Magí en la capilla del Portal del Carro.
La tradición relata que Sant Magí fue un ermitaño del siglo III, nacido en Tarragona (otras tradiciones sitúan su nacimiento en el centro de Francia, en la Borgoña), que fue martirizada por los romanos a principios del siglo IV. Su historia se centra en una cueva en el norte de la Brufaganya (al término de Pontils, cerca de Bellprat), donde hizo vida de ermitaño durante treinta años.
La vida tranquila de Magí, sin embargo, se acabó al llegar el prefecto Daciano en Tarragona, dado que este inició la persecución de los cristianos, de acuerdo con el edicto del emperador Maximià.
Daciano, viendo que las prédicas y milagros de Magí convertían a mucha gente al cristianismo, ordenó irlo a buscar con el objetivo de hacerlo renegar del cristianismo. Sin embargo, al no conseguirlo lo hizo encarcelar. La leyenda milagrosa de Magí fue relatada así por el folclorista Aureli Capmany a principio del siglo XX:
«Dios quiso castigar al causante de este proceder contra su sirviente e hizo que el demonio se posesionara del cuerpo de su hija. Cómo fuera que todos los remedios que le aplicaban no curaban su dolor y hasta el demonio decía que no lo abandonaría si Magí no lo mandaba, lo sacaron de la prisión y lo hicieron comparecer en presencia de la enferma, a la cual curó acto seguido. Ella agradecida, pidió a su padre que dejara a Magí en libertad, pero en contra de tal demanda lo hizo encerrar en otra prisión más dura que la primera, dónde permaneció hasta que aparecieron unos ángeles que abrieron las puertas y rompieron las cadenas que le habían puesto. Magí, cuando se vio libre, se escapó de Tarragona, y salió por el portal de la muralla llamado del Carro, y volvió a su cueva».
«Al saber que había huido, salieron a buscarlo con el orden que allí donde lo encontraran fuera degollado. Y sucedió que los que salían de Tarragona por aquel mismo portal donde Magí había pasado, se volvían ciegos o morían, y los que pasaron por otros portales pudieron llegar en la cueva. Lo sacaron de allí arrastrándolo y pegándole con tanta crueldad, que le chorreaba sangre de todo su cuerpo. Encontrándose los que lo martirizaban cansados y sedientos, le pidieron agua, y le prometieron que si les proporcionaba lo dejarían en libertad; y entonces el piadoso Magí, olvidando las injurias recibidas, pegó tres veces con su cayado en la roca viva e hizo salir tres fuentes que brotaban un agua dulce y agradable».
«Los perseguidores se hicieron pasar la sed y quedaron dormidos, mientras que Magí volvía otra vez a la cueva a continuar sus oraciones. Al despertarse, viendo que el santo se había marchado, volvieron a la cueva a cogerlo y lo mataron. Recordando que aquella agua era tan buena, todo el mundo iba a beber de aquella fuente, pero encontraron que entonces se había vuelto desagradable y hasta inútil para cocinar y limpiar; si bien conservaba la virtud que quien bebía curaba de enfermedades si al hacerlo invocaba la protección del mártir de la Brufaganya».
La muerte de Magí se sitúa entre el año 296 y el 306. Después de ser canonizado se convirtió en el patrón de la ciudad de Tarragona y al lugar donde se había producido el martirio se levantó el Santuario de Sant Magí de Brufaganya.