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Cultura

Una noche de verano con bufanda y Puccini

‘La Bohème’ abre con éxito la doble función en el Camp de Mart y consolida la ópera de verano en Tarragona con una producción de raíz local

Los coros infantil y titular de la Ópera de Tarragona, con los solistas en el centro, durante el segundo acto de ‘La Bohème’, en el Camp de Mart.

Los coros infantil y titular de la Ópera de Tarragona, con los solistas en el centro, durante el segundo acto de ‘La Bohème’, en el Camp de Mart.
Emilio López

Joan Lizano Rué

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Con las murallas iluminadas y apenas una ligera brisa al anochecer, el Teatre Auditori del Camp de Mart acogió el viernes la primera función de La Bohème, la nueva apuesta operística impulsada por los Amics del Teatre Líric. El espacio fue escenario de una representación cuidada, emotiva y con algunos momentos memorables.

La obra de Puccini, estrenada en 1896, es un clásico del verismo que retrata la juventud bohemia del París del siglo XIX, llena de precariedades, sueños y amores efímeros. La puesta en escena, dirigida por Emilio López, apostó por una escenografía sobria y funcional, con una plataforma central a varios niveles y dos bloques al fondo con efectos de sombras sugerentes. Los juegos de luces, diseñados por Sergio García, tuvieron un peso propio en la dramaturgia y supieron sacar partido de la arquitectura del espacio.

La dirección musical de Oliver Díaz condujo con mano romántica y ligera a una Camerata XXI en versión reducida, que sonó bastante equilibrada, con una mención especial al buen trabajo del viento. El Coro de la Ópera de Tarragona, bajo la dirección de Miquel Massana, se mostró sólido y bien integrado, y cabe destacar especialmente el acierto del segundo acto, con la participación del coro de voces blancas de la Escuela Municipal de Música y el cameo de los músicos del Conservatorio de Tarragona, dirigidos por Jordi Masip.

Ainhoa Arteta, como Mimì, ejerció de gran reclamo y confirmó su prestigio con una voz potente, bien proyectada y llena de matices, aunque por momentos descompensó el equilibrio vocal con el resto del reparto. La sorpresa deliciosa de la noche fue la soprano tarraconense Mireia Tarragó, que brilló como Musetta con gracia, carisma y una voz fresca y muy bien timbrada. Antonio Gandía ofreció un Rodolfo delicado y de bello timbre, aunque algo ligero de cuerpo. El Marcello de Àngel Òdena, alma mater del proyecto, fue rotundo, expresivo y muy bien defendido. También convencieron los papeles de Carlos Daza (Shaunard) y Lluís Vergés (Colline), especialmente este último, con una voz cálida y segura.

Plenitud sonora entre campanas

El ambiente fue inmejorable, con la muralla romana iluminada de fondo y las campanas de la Catedral marcando solemnemente el inicio del cuarto acto. El director musical decidió esperar unos instantes hasta que finalizó el repique, dando paso a uno de los momentos más emotivos de la noche. La acústica del Teatre Auditori resultó excelente: claridad, proyección y una respuesta cuidada y agradecida tanto para las voces como para la orquesta.

Aun así, al inicio del tercer acto, la cola en la barra de las gradas provocó que algunas personas aún no estuvieran en sus asientos cuando se apagaron las luces. En ese momento también se oyeron algunos ruidos de latas y cajas, seguramente fruto del calor. Quizás habría sido conveniente alargar un poco más el intermedio, pero el público siguió la función con atención y respeto.

Con todo, las dos funciones del pasado fin de semana confirman la apuesta sólida y creciente de la ópera de verano en Tarragona. Con más de 150 personas implicadas, una gran presencia de talento local y una respuesta del público cada vez mayor, el proyecto se consolida como una cita cultural de referencia con identidad propia y arraigo en el territorio.

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