Diari Més

Entrevista

Borja de Riquer: «Este libro nos tiene que reforzar la autoestima como catalanes»

El historiador ha dirigido ‘La memòria dels catalans’ (Ed.62) un libro que repasa los mitos y símbolos de Cataluña

Borja de Riquer es catedrático emérito de Historia contemporánea.

Borja de Riquer es catedrático emérito de Historia contemporánea.Tjerk van der Meulen

Cristina Serret
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¿Cómo surge la idea de escribir este libro y qué vacío viene a llenar dentro de la historiografía catalana?

«Este libro ha sido un reto historiográfico, pero también ciudadano y empresarial. Historiográfico porque para los historiadores catalanes era fundamental explicar la compleja construcción de nuestra identidad, teniendo en cuenta que una nación sin estado, como es lógico, tiene una serie de problemas añadidos que la hacen mucho más compleja. Y eso no se tiene que explicar sólo entre los especialistas, también se tiene que divulgar entre la ciudadanía y, por lo tanto, tenía que ser un libro comprensible, riguroso, bien escrito, bien informado y comprensible para todo el mundo. Finalmente, ha sido un reto editorial, porque hemos reunido a un grupo de 136 autores especializados para escribir los más de 200 episodios».

La memoria puede ser selectiva y, a veces, manipulada. ¿Cómo gestiona el libro las distorsiones u omisiones que a veces van ligadas a esta memoria nacional?

«Como toda sociedad moderna, el país es conflictivo, y eso genera enfrentamientos internos que crean memorias propias. En Cataluña ha habido carlistas y liberales, monárquicos y republicanos, catalanistas y españolistas, colaboracionistas y austriacistas, patrones y obreros, dueños y campesinos... Cada uno genera su discurso, sus referentes, su mitología, y todo eso se tiene que recoger porque forma parte de la catalanidad. Son tan catalanes los unos como los otros. Es decir, como toda sociedad, no somos de una unanimidad absoluta. Hay referentes que son asumidos por buena parte, pero otros que son más de grupo, pero de grupos que son también catalanes y, por lo tanto, no tenemos por qué esconderlos».

En el contexto actual, en el que hay un debate constante y abierto sobre identidad e independencia, ¿qué papel creéis que juega esta memoria?

«La memoria es un referente que tenemos que tener presente, pero no podemos ser esclavos de la nostalgia. Un rasgo específico de la sociedad catalana es la capacidad de adaptarse a los cambios. Por ejemplo, durante el franquismo llegó mucha gente de fuera de Cataluña y las condiciones políticas no permitían un arraigo al país, en su lengua, tradiciones y cultura. Eso se tiene que abordar a partir de la muerte del dictador, en la transición y hacia delante. Ahora tal vez nos encontramos con una situación similar. Aunque las circunstancias políticas no son las mismas, tenemos una ola migratoria nueva, muy masiva que, de alguna manera, pone en cuestión, entre otras cosas, el uso del catalán como lengua propia y mayoritaria del país. Ante eso, la sociedad reacciona».

La transmisión de referentes es fundamental.

«Todo se transforma. Ahora tenemos unos referentes que no son los mismos de nuestros bisabuelos. Todo ha ido cambiando, y yo creo que en el futuro pasará lo mismo. Algunas cosas del pasado las utilizaremos y las transformaremos, otras quedarán más escondidas, y se crearán nuevas. Tenemos la capacidad para hacerlo».

Habéis dedicado el libro al reusense Pere Anguera.

«Aparte de ser un gran amigo mío, Pere Anguera fue pionero en tratar estas cuestiones, estaba preocupado y escribió libros, como ahora el excelente El català al segle XIX: de llengua del poble a llengua nacional».

¿Qué os gustaría que el lector se llevara después de leer 'La memòria dels catalans'?

«Por una parte, un incremento de la autoestima. A menudo los catalanes somos pesimistas sobre lo que hemos sido, lo que somos y los referentes que tenemos. Pienso que un libro como este nos refuerza la autoestima. También tiene que servir para entender que la identidad es una cosa compleja y en construcción, que cambia, que se modifica y que se adapta a las circunstancias. No tenemos que vivir esclavos del pasado ni ser existencialistas en el sentido de creer que somos una especie de gente predestinada por el hecho de tener determinados elementos que han formado nuestro carácter ya desde lejos. Tenemos que abordar los retos de futuro con las mismas armas que nuestros abuelos. Es decir, adaptándonos a las circunstancias para triunfar».

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