Tarraco Viva
El latín renace en Centcelles: adolescentes competen a los Ludis Constantinenses con togas, enigmas y juegos romanos
Ayer el Conjunto romano de Centcelles acogió el 5.º encuentro de alumnos de latín de 4t de ESO

Imagen de la 5.ª edición del encuentro de alumnos de latín de 4t de ESO Ludi Constantinenses, celebrada anir al Conjunto Monumental de Centcelles.
Dicen que el latín es una lengua muerta, pero ayer, al Conjunto Monumental de Centcelles, estaba bien viva. Como cada año, el Tarraco Viva nos sorprende con escenas de lo más inusuales. No hablo de los personajes romanos que se pasean por la ciudad vestidos con togas propias de la época, ni de las luchas de gladiadores al Camp de Mart, sino de los adolescentes que, por una mañana, intercambian la pantalla del móvil por tinta y papiro, o los convenientes bizums por monedas antiguas. Quizás es el hecho de poder escaparse del aula por un día, o la motivación para ser coronados vencedores, pero ayer los alumnos de latín de 4t de ESO de la demarcación mostraban un interés especial por esta misma asignatura.
A partir de las 9 h, unos 90 estudiantes empezaban a llenar el conjunto romano, más colorido que nunca gracias a las gorras verdes, amarillas, rojas, lilas, y rosas que identificaban las diferentes factio, cada una dividida en cuatro subgrupos, que competirían entre ellos para ser los primeros a superar las pruebas. El equipo con más victorias sería declarado el ganador de esta quinta edición del Ludis Constantinenses. Antes de convertirse en protagonistas, sin embargo, tocaba ser espectadores, y los jóvenes fueron bienvenidos con una lucha de gladiadores. «Me ha tocado salir y causarme la muerte, pero ha sido divertido», comentaba Salvador Comes, del Instituto Baix Camp. Ahora sí, llegaba el momento de la verdad, y los alumnos iniciaban un circuito formado por diferentes juegos romanos.
En el exterior, no muy lejos de donde los gladiadores todavía cambiaban las armaduras por unos tejanos, la primera factio se adentraba en un misterio: «Quién ha matado al emperador Adriano»?. Así, el grupo leía y releía las pistas plastificadas, pero no encontraban la inspiración. «Siempre mezclamos a los niños para que trabajen con compañeros de otros centros. Llegan muy tímidos y los cuesta arrancar, pero pronto cogen el ritmo», explicaba la Claustro de Bofarull, profesora de latín y griego y coordinadora del encuentro. Este año, apuntaba, los jóvenes tenían una tarjeta que podían colgarse en la ropa con sus nombres de Instagram. «Siempre se los piden, así que nos hizo gracia», decía. La jornada la organiza anualmente el Grupo de Trabajo del ICE de Clásicas de la URV, con la colaboración del Museo Nacional Arqueológico de Tarragona y el Ayuntamiento de Constantí. Su objetivo, señalaba a la coordinadora, es «acercar al alumnado en los monumentos y poner sus conocimientos en práctica en un ambiente lúdico, mucho más ameno que una clase».
Después de unos cuantos obstáculos y un pequeño empuje por parte de los profesores, la factio tenía su primer equipo ganador, que recogía las cuatro monedas como si fueran un tesoro, guardándolas dentro del saquito con una sonrisa satisfecha. ¿«Tenemos que ganar, eh?», decía una chica a su compañera. En una larga mesa plegable, ante la zona de picnic del recinto, otro grupo intentaba hacer la mejor caligrafía sobre papiro mientras intentaban que el viento no hiciera volar su trabajo. «Es bastante difícil, se nos ha dado un poco mal», admitía Comes, que había quedado último en la prueba. Así y todo, no parecía muy disgustado. «Yo me lo estoy pasando muy bien, es un poco como cuando eras pequeño e ibas al parque a jugar con niños de otro ‘cole’. Además, nos saltamos clase, que también es muy importante,» reconocía sin ningún tipo de vergüenza.
Cerca de la zona de aparcamiento tenía lugar la prueba más física del circuito, las Ludi Olympiaci. Salto de longitud, carreras de relieve, lanzamiento de ‘jabalina’... El sol no perdonaba y las sudaderas quedaron rápidamente amontonadas en un rincón. «De momento es mi prueba preferida, y la que mejor nos ha ido», comentaba Anís Ennaoui, del instituto Josep Tapiró, que ya adelantaba una remontada. «Soy bastante competitivo, pero creo que mis compañeros son más tranquilos», apuntaba. «Todavía no he podido hablar mucho con ellos. Me da un poco de vergüenza, pero está bien salir de la zona de confort», admitía.
En el interior del recinto, el sonido de los dados revelaba rápidamente qué tipo de juego se estaba realizando. Uno trivial ponía a prueba a los alumnos, que para avanzar casillas tenían que contestar correctamente preguntas sobre la lengua, la cultura y la historia romana. Dentro de la cúpula, los estudiantes se sentaban en el suelo, intentando averiguar cómo abrir el candado que cerraba una pequeña caja de madera. Dentro, se escondía un nuevo enigma a resolver. Entre los diferentes grupos, un visitante contemplaba el conjunto esquivando alumnos como podía. «Yo venía a Barcelona a ver un concierto y he querido aprovechar para visitar Tarragona, ya que me interesa todo el mundo romano... pero no me esperaba eso» decía José Luis Martín de la Sierra, originario de Mallorca. Minutos después, las actividades se interrumpían para disfrutar del desayuno, y el excursionista podía reanudar su propio circuito. Los alumnos reanimaban a sus amigos y los colores se mezclaban de nuevo, dejando en pausa el espíritu competitivo. Claramente, todos ellos ganaron mucho más que una corona de laurel y una bolsa de golosinas.