Religión
La archidiócesis de Tarragona cuenta con 7 mujeres laicas en misión pastoral por la falta de curas
La directora del secretariado de laicos del Arzobispado defiende que las mujeres puedan ser mosenes si tienen «vocación»

Concepció Motlló y Rosa Maria Sánchez, laicas en misión pastoral, sujetan un cáliz.
La archidiócesis de Tarragona cuenta con siete mujeres laicas en misión pastoral ante la falta de curas, una situación que se ha ido «agravando». Son mujeres nombradas por el arzobispo que trabajan con los rectores titulares de cada parroquia, haciendo trabajos muy variados. La más destacada es la «celebración dominical a la espera de presbítero», donde se hace la eucaristía en ausencia del sacerdote.
La directora del secretariado de laicos y laicas en misión pastoral del Arzobispado de Tarragona, Rosa Maria Sánchez, defiende que independientemente del sexo, en la Iglesia «cada uno tiene una función». «Si la vocación de aquella persona es ser cura, pues tiene que poder ser cura, indiferentemente que sea hombre o mujer», apunta.
Rosa Maria fue nombrada como laica en misión pastoral en 1982. A pesar de ser un trabajo voluntario, durante unos años tuvo dedicación exclusiva. En un inicio fue a Bellmunt del Priorat (Priorat) y ha pasado por varias parroquias, hasta hacerse cargo actualmente de las de Alforja, Riudecols, Arbolí y la Febró, en el Baix Camp. Fue una de las primeras laicas catalanas que empezó a ejercer este rol. Sánchez recuerda que las mujeres ya hacían este «servicio» en diferentes iglesias, pero no estaba «institucionalizado», ya que es el obispo quién hace el nombramiento «para trabajar al lado del rector». «Es un trabajo de corresponsabilidad», señala.
Con respecto a las tareas que desarrollan, son muy variadas. La más destacada es la «celebración dominical a la espera de presbítero». No se trata de una misa convencional, ya que es una tarea reservada a los mosenes y sólo a ellos pueden consagrar, pero siguen casi el mismo guion que una misa con las oraciones correspondientes, la lectura del Evangelio, la homilía y la comunión. De hecho, las laicas en misión pastoral tienen que estar «alerta» que haya pan y vino bendecido en el sagrario para poder hacer la comunión en ausencia del cura.
Sánchez explica que hacen un trabajo de «coordinación». Trabajan con los grupos locales de Cáritas, con las catequistas, tareas de mantenimiento de los edificios, la limpieza de la iglesia, etc. Rosa Maria destaca «el acompañamiento» de la comunidad. «Lo que se trata es de intentar mantener una hermandad», resume.
«Trabajo en equipo» con el mosén
Concepció Motlló es de Arbeca (las Garrigues) y desde el 2015 que es laica en misión pastoral. Tiene asignada la parroquia de su pueblo y algunas otras de los alrededores como Nalec, Maldà, Rocafort de Vallbona, entre otros. Un domingo, el arzobispo ofició el nombramiento en una misa, a fin de que la comunidad conociera la nueva «responsabilidad» de Motlló. Dice que a los vecinos del pueblo no se les hizo «extraño» verla detrás del altar. «La gente hace tantos años que me ve dentro la iglesia», valora. Normalmente, hace la celebración los sábados a la noche y los domingos por la mañana, y se lo intercambia con el cura cada quince días.
Explica que los miércoles ya piensa en la homilía que hará y el viernes se reúne con el rector para organizar el fin de semana. Concepció remarca que lo más «importante» es que el mosén «cuente contigo», que tenga «confianza». E insiste en el «trabajo en equipo» que hacen curas y laicas en misión pastoral.
Tanto la Concepción como Rosa Maria destacan la «buena acogida» que tiene el trabajo que hacen en las comunidades parroquiales. Rosa Maria sí que explica que cuando empezó, el año 1982, algunas personas «se lo miraban de reojo». «En los pueblos pequeños no tienen ningún problema porque han probado lo que es estar poco atendidos», dice Sánchez. En cambio, sí que «cuesta más» en los municipios mayores. «Han tenido misa cada día, y cuesta más cuando les quitan un mosén y envían a una persona a acompañar a la comunidad. Tienen la sensación que han bajado de categoría», argumenta la directora del secretariado de laicos y laicas.
Por el hecho de ser mujer, las dos coinciden en que no se han encontrado ningún problema. «La mujer ha ido accediendo a muchos espacios que no tenía entrada, y se ve como natural», indica.
Falta de relieve
Actualmente, hay siete mujeres laicas en misión pastoral en el Arzobispado de Tarragona, una archidiócesis que engloba el Tarragonès, el Baix Camp, el Alt Camp, el Baix Penedès, el Priorat, la Conca de Barberà y algunos municipios del Urgell y las Garrigues. Están preocupadas por la falta de relieve generacional, ya que se hacen grandes y desde el 2015 no se nombra una nueva laica en misión pastoral. A Sánchez le «preocupa» que el grupo no crezca.
Apunta que también tendría que haber hombres laicos en misión pastoral, incluso algún matrimonio. «Eso cambiaría un poco la imagen que tenemos, que eso es cosa de mujeres, y eso no es cosa de mujeres. Eso es cosa de Iglesia. Y la Iglesia somos hombres y somos mujeres», remacha.
La mujer en la Iglesia
La directora del secretariado de laicos y laicas explica que al Sínodo de los Obispos celebrado en octubre del año pasado, se apostó por una Iglesia sinodal, por una «corresponsabilidad», dice Sánchez. «Todos tenemos un papel, una función, tenemos que ser conscientes y lo tenemos que ir asumiendo», comenta. Rosa Maria habla de trabajar por «una conciencia más amplia y más evangélica». «Hemos vivido una Iglesia muy rígida y le tenemos que sacar todas estas muletas que tenemos», observación.
Preguntada sobre si las mujeres tendrían que poder hacer el diaconato o el sacerdocio, Sánchez insiste en que primero hace falta «una toma de conciencia que todos somos Iglesia y que cada uno tiene una función». «Si la vocación de aquella persona es ser cura, pues tiene que poder ser cura, indiferentemente que sea hombre o mujer», añade.
Sánchez también remarca que en enero de 2021 la Iglesia católica reconoció el ministerio litúrgico, admitiendo las mujeres como lectoras y acólitas. El ministerio litúrgico es un paso previo al diaconato, hasta entonces sólo reservado a los hombres laicos. «Es una barbaridad lo que cuesta mover la maquinaria de la Iglesia, que tiene tanta historia», concluye. «La institución tiene que llegar algún día que eso se pueda hacer», añade.