Patrimonio
El ‘tesoro escondido’ del Fòrum
El recinto cuenta con cuatro ‘aerarium’, depósitos subterráneos destinados a custodiar las arcas municipales

Imagen de los cuatro depósitos subterráneos, ubicados en un lateral del Fòrum de la Colònia.
Templos, tiendas, plazas... donde ahora muchos sólo ven unas cuantas piedras, siglos atrás se encontraba el corazón de la vida social y política de la ciudad. Todavía quedan unos cuantos meses hasta que Tarragona pueda redescubrir el Fòrum de la Colònia. De momento, tanto los residentes como los turistas se tendrán que conformar con observar con curiosidad las obras que prometen transformar este trocito de Tàrraco, a la vez que unas nuevas excavaciones se adentrarán dentro del suelo del recinto por primera vez desde 1925.
Si bien las columnas que años atrás sostenían la basílica o los pórticos de las tabernae invitan a levantar la mirada, a veces hay que prestar atención allí donde ponemos los pies para descubrir nuevos fragmentos de nuestra historia. Y es que entre los restos del antiguo centro neurálgico de la ciudad se esconde un tesoro. Bien, se solía esconder. Se trata del aerarium (erario en castellano), el tesoro público de la antigua ciudad romana.
Este edificio custodiaba las arcas municipales con los impuestos recaudados a los ciudadanos, fue identificado por el arqueólogo Joaquín Ruiz de Arbulo. En el mundo romano, todas las ciudades importantes contaban con un aerarium. Normalmente, se encontraba dentro del podio del Templo de Saturno, al lado del tabularium. Solían estar ubicados cerca de la curia y formados por estructuras blindadas para garantizar la seguridad de los fondos. El caso de Tàrraco, sin embargo, apuntaba en X el arqueólogo tarraconense César Pociña, es excepcional, ya que no se conoce «ningún paralelo similar en otras ciudades del imperio».
A primera vista, los restos pueden parecer agujeros discretos en un lateral del conjunto arqueológico, fácil de pasar por alto. Pero detrás del Templo de la Tríada Capitolina y anexo a la basílica del foro, hay un espacio con un peristilo que da acceso a una sala que contaba con muros de un metro de grosor. Esta está pavimentada con signium, un recubrimiento de la época romana formado por una mezcla impermeable de cal, arena y fragmentos de barro.
En el interior se abren cuatro depósitos subterráneos que, según el arqueólogo «salen bastante de lo habitual». Uno de estos, detalla, fue parcialmente desmantelado durante unas obras en los años treinta, cosa que permite observar su construcción, diseñada para blindar y proteger su contenido. Eso se conseguía con losas de caliza de 14 cm de grosor que forran las paredes y el suelo de las arcas.
Estas piedras se encuentran superpuestas entre sí, sin mortero y con una rebaja perimetral de un centímetro. Aunque el arca mayor ya no cuenta con paredes, la apertura conserva restos de hormigón y cuatro huellas de vigas de madera. Otro elemento singular es el arca doble, separada por una losa de 28 cm de grosor. En los laterales, unas ranuras demuestran que probablemente estos depósitos se cerraban con puertas o tapas, seguramente de bronce.