Diari Més

Entrevista

Jesús M. Tibau: «Los narradores son como arquitectos, yo soy el niño que juega a hacer castillos, y a lo que salga»

El escritor de Cornudella presenta ‘A voltes, un planeta’ (Cossetània) este martes a las 19 h en la librería Adserà de Tarragona

Jesús M.Tibau, en una imagen reciente.

Jesús M.Tibau, en una imagen reciente.Marta Escolà Méndez

Cristina Serret
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Explicas que has escrito una recopilación de narraciones, no de cuentos. ¿Cuál es la diferencia?

«Los cuentos son mi juguete preferido, y todavía hago, Allí, hay una trama, un argumento, que te hace estar en tensión cuando lo escribes, porque tienes que pensar cómo lo acabarás, y también genera una cierta tensión en el lector, que va pensando A ver por donde me la pegará, por dónde saldrá la liebre. En este caso, es una descripción, como una especie de libro de viajes o de catálogo de países, en que les describo físicamente, qué costumbres tienen, etc. Y, además, son inventados».

El hilo argumental es la geografía.

Tampoco es que sea un hilo argumental, sino que pensé en imaginar un lugar con una geografía específica y, a partir de aquello, mirar a ver qué pasaba. Sobre todo, con la gente que vive allí, porque la geografía es el marco: no es igual la gente que vive en la Fatarella que la que vive en Cambrils».

¿Te tengo que imaginar creando tu propio mapa, o incluso planeta, con todos estos países?

«No, no he imaginado ningún mapa. Ahora, si el lector lo quiere hacer, que lo haga, libremente. Evidentemente, hay países que están muy en el norte, porque hace más frío, y otros en el sur, donde hace mucho calor, islas en medio del océano... También hay que interaccionan. Y no todos tienen que estar en el mismo planeta, aunque podrían ser perfectamente países de la Tierra, porque sus habitantes, por la forma cómo actúan, son muy humanos».

Pienso que son narraciones muy orales. Les encuentro un aire de rondalla antigua.

«No me lo había planteado así, pero te lo compro. Pienso que, como son historias muy improvisadas, quizás sí que tienen esta espontaneidad del lenguaje oral. A mí me gusta mucho leer en voz alta, y cuando escribo, involuntariamente, quizás sí que estoy recitando. A veces, he llegado a grabarme y escucharme después. Porque, aunque no escribo poesía, pienso que la narrativa también tiene una métrica, lo recitas y te das cuenta de que en algún sitio falta una sílaba... ».

Afirmas que es el libro con el que te has divertido más escribiéndolo. ¿Por qué?

«Mi idea era partir de la libertad absoluta, sin normas, y ver dónde me llevaba, al fin y al cabo. Me gusta improvisar. Siempre he pensado que un novelista primero hace de arquitecto: tiene que pensar un plano, seguir ciertas normas y definir unos propósitos. A mí me gusta ser el niño que está jugando, haciendo un castillo, y lo que salga».

Es un A lo que salga, pero se te ve un cuidado por el lenguaje y por la precisión de la palabra.

«Claro, porque cada palabra es un tesoro, y aporta muchos significados. A veces, un simple determinante lo cambia todo: no es lo mismo un libro que aquel libro. Con las palabras he disfrutado toda la vida, ya desde niño. Me gusta jugar. Y, a través del juego, llego a cosas importantes como la soledad, la tristeza... Pero con una sonrisa».

Viendo la cubierta, que es ficticia, pensé en la IA, y en cómo la IA podría hacer un libro como este.

«Hace unas semanas que juego con ella. Le pedí que hiciera canciones a partir de poemas míos, y estoy alucinando. ¿Y qué tenemos que hacer? No lo sé. De verdad. Es irresistible. Tengo la esperanza que el miedo que le tenemos sea el mismo miedo que tenía la gente hace 150 años con los trenes».

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