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La vuelta al mundo tarraconense, a toda vela

La tripulación del Miuroc Tu, capitaneada por Urbano Rifaterra, ya ha completado casi la mitad de la vuelta al mundo por etapas navegando a vela

Tripulants del Miuroc Tu en una de les etapes.

La vuelta al mundo tarraconense, a toda velaCedida

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El Miuroc Tu es un velero Jeanneau 57 de 17,5 metros de eslora, que zarpó del puerto de Tarragona en agosto de 2018 en dirección a Cabo Verde. Aquella tenía que ser la primera etapa de una aventura ambiciosa: la vuelta al mundo en vela. La tripulación del Miuroc Tu estaba capitaneada por el tarraconense Urbano Rifaterra, empresario y arquitecto apasionado por la náutica, que engañó a «un grupo de amigos de Tarragona» para enredarse en una aventura, que todavía está en marcha. «Ya llevamos diez etapas del viaje y hemos recorrido, aproximadamente, el 45% del viaje», explica Urbano. La tripulación va variando en cada etapa, pero hay nombres que se mantienen casi constantes, como el del exalcalde de Tarragona Joan Miquel Nadal o el empresario Raimon Domènech.

Ahora, el Miuroc Tu está amarrado en Singapur, a la espera de la llegada de la tripulación, que desplegará velas para navegar hasta el siguiente destino, Tailandia. «Cada etapa dura aproximadamente un mes, y hacemos un par cada año», explica Rifaterra. El capitán detalla que el viaje que planearon «es un recorrido clásico, el de los trade winds o vientos portantes». En las etapas restantes irán hasta India y Omán, y después entrarán en el Mediterráneo desde el mar Rojo hasta el canal de Suez.

Atrás habrán dejado etapas inolvidables en parajes como la Polinesia, Fidgi, Australia o Indonesia. De algunos tienen recuerdos fantásticos, como es el caso de Fidgi, y de otros alguna decepción, como la que se llevaron en Australia: «Fue un poco decepcionante porque, especialmente en el norte, la fauna manda sobre el hombre y no te puedes ni bañar, entre los tiburones gigantescos, los cocodrilos de agua salada y las medusas del tamaño de una uña que cada año matan a tres o cuatro personas».

Y, de anécdotas, tienen muchísimas: «Hemos ido teniendo averías que hemos ido solucionando. Atravesando el Pacífico se estropeó el generador y si no lo hubiéramos podido arreglar, nos habríamos quedado sin instrumentos de navegación. En Australia se nos rompió el conducto del agua que refrigera el motor y el barco se nos llenó con dos palmos de agua. Por suerte, estábamos cerca de la costa y nos pudieron remolcar. También han tenido algún susto, como cuando Raimon Domènech se rompió el hombro y estuvo una semana tomando calmantes, hasta que llegamos a las Marquesas y pudo ser atendido por un médico».

«A bordo, cualquier cosa, desde romperte una uña, puede ser un gran problema», admite Urbano. Así y todo, asegura, navegar es una experiencia que lo compensa todo: «Me gusta por la sensación de aventura, porque te permite pensar una historia y hacerla realidad. También porque, en el barco, te sientes como si fueras un país aislado de todo, tienes que ser autónomo y reinventarte constantemente. La sensación de vida y muerte están muy cerca. Y claro, también porque con el velero hemos visitado lugares imposibles que no salen en las agencias». Todo, lo resume asegurando que «navegar es arreglar cosas del barco en lugares maravillosos».

El capità Urbano Rifaterra.

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