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Un estudio tarraconense relaciona complicaciones en la sedación con la depresión en pacientes críticos

Una enfermera del CODITA utilizó una muestra de 327 pacientes de la UCI del Hospital Joan XXIII en el trabajo

Imagen de uno de los nuevos quirófanos del Hospital Sant Joan de Déu

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Una enfermera del Colegio Oficial de Enfermeras de Tarragona (CODITA) ha elaborado un estudio que vincula los problemas en la administración de sedantes en los pacientes de la UCI con el desarrollo de posteriores problemas de depresión y ansiedad.

Según el estudio desarrollado por la enfermera Diana Gil, la mitad de pacientes de UCI estudiados que necesitaron dosis de sedantes más altas de las habituales durante su ingreso presentaron depresión leve en los seis meses posteriores al alta hospitalaria.

«La analgesia y la sedación permiten a los pacientes tolerar ciertos procedimientos mientras mantienen una función cardiovascular y respiratoria adecuada, por eso, conocer la fisiopatología del dolor y la ansiedad es esencial para su correcta aplicación clínica», explica Gil, quién insiste en el «importante papel de la enfermera como responsable de la adecuada administración de la analgesia en los pacientes críticos».

La enfermera de CODITA trabajó con una muestra de 327 pacientes de la UCI del Hospital Joan XXIII, en su mayoría hombres (71,3%) y con una media de edad de 60 años.

El 24,5% de los pacientes estudiados desarrollaron una sedación difícil, la mitad de los cuales, además, eran fumadores habituales y consumían alcohol.

El 56,2% de los pacientes que desarrollaron sedación difícil presentaron síntomas compatibles con la ansiedad psíquica después de darles el alta, y un 52,8% presentó síntomas compatibles con la depresión al mes de haber abandonado la UCI.

Pasados tres meses, la prevalencia de depresión disminuyó hasta un 40% con grados de depresión más leves, y solamente el 12% de los pacientes presentaron niveles de depresión moderados o graves.

A los seis meses del alta, un 31% de los pacientes presentaba síntomas depresivos leves, frente un 7% que presentaba síntomas moderados o graves.

Estos datos han permitido confirmar a la enfermera que «los síntomas compatibles con la ansiedad, la depresión y el estrés postraumátioc son más frecuentes entre los supervivientes de cuidados críticos que desarrollaron problemas de sedación», problemas que también podrían haber contribuido a prolongar el tiempo de ventilación mecánica y de permanencia en la UCI.

«El correcto manejo del dolor y la sedación es uno de los retos mayores para la enfermería de cuidados intensivos de hoy día; el personal de enfermería tiene que saber gestionar la tecnología en beneficio del paciente», ha señalado Gil.

La creadora del estudio insiste en el «importante papel del personal de enfermería» a la hora de mitigar el impacto emocional de la experiencia en la UCI, especialmente en aquellos pacientes que retienen la conciencia durante su estancia.

«En este tema el papel de la enfermería de críticos puede resultar fundamental, explicando al paciente todos los procedimientos que se le aplican y que le pueden producir dolor, de manera que se le ayuda en el procesamiento consciente evitando la asociación al disconfort producido con su estancia en la unidad», concluye Gil.

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