Diari Més

Jaume Pujol: Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado

«El celibato no es la causa de abusos que puedan cometer sacerdotes y religiosos»

Jaume Pujol fue nombrado arzobispo de Tarragona en 2004 y ahora, con 75 años, ha tenido que presentar su renuncia al Papa Francisco

El arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, ha presentado su renuncia al Papa Francisco.

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El arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, cumplió 75 años el pasado 8 de febrero. En esta fecha envió una carta al Papa Francisco presentando su renuncia por motivos de edad. En una entrevista a Diari Més, Pujol ha dicho que «ahora toca esperar la respuesta del Santo Padre».

­—¿Qué balance hace de su trayectoria como arzobispo de Tarragona?

—Pienso que son los fieles cristianos de la archidiócesis en primer lugar los que tienen que hacer su balance, y después todas las personas que también lo quieran hacer, con toda libertad. Por mi parte he intentado regir la archidiócesis de la mejora manera posible, y de mis errores pido perdón.

—¿Cuál es el legado que dejará?

—Para mí, lo más importante ha sido cuidar las comunidades parroquiales y seguir las directrices de los Papas que bajo su mandato estoy ejerciendo el episcopado: san Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora el Papa Francisco. Se trata en primer lugar de evangelizar, celebrar los sacramentos, cuidar de la caridad, de los pobres y necesidades. Durante estos años he hecho la visita pastoral en las 201 parroquias de la archidiócesis, además de las múltiples visitas en las parroquias, ciudades y pueblos para confirmar y participar en varios acontecimientos. He procurado gobernar la diócesis de forma colegial, dando mucha libertad a las personas que tienen cargos, desde los rectores de las parroquias hasta aquellos que están delante de alguno de los muchos organismos diocesanos.

—¿Por cuáles de las decisiones que ha tomado cree que se lo recordará dentro de unos años?

—Querría que se me recordara como una persona que amó esta venerable archidiócesis de Tarragona, con todas sus personas y las instituciones, eclesiásticas y civiles. He querido estar muy cerca de la gente, de los enfermos, de todo el mundo. He vivido con mucha alegría y paz estos case quince años, que me han dado la oportunidad de trabajar con mucha gente buena. Me he sentido en familia en la Curia Diocesana y en todos los pueblos y ciudades de la archidiócesis, especialmente en Tarragona, donde me empadroné el día después de tomar posesión y de donde soy Hijo Adoptivo. Recuerdo aquel acto al Ayuntamiento como uno de los días más bonitos de mi vida. Pienso que un momento muy importante fue el Any Jubilar que celebramos del 2008 al 2009 para conmemorar los 1750 años del martirio de santo Fructuós y sus dos diáconos, Auguri y Eulogi. La beatificación de los 522 mártires de la persecución religiosa de los años 1936 a 1939, entre los que había el obispo Manel Borràs y 66 sacerdotes diocesanos. Y espero con ilusión el próximo 23 de marzo por la celebración de beatificación a la Catedral de Tarragona de Marià Mullerat, médico de Arbeca, laico y padre de familia, que fue muerto por odio a la fe un 13 de agosto de 1936. También estoy especialmente contento de los tres grandes congresos internacionales sobre el Cristianismo primitivo en Tarragona, otro sobre santa Tecla y el tercero sobre los últimos años de la vida de Sant Pau. Estoy muy orgulloso de haber conseguido llevar a la archidiócesis a la Comunidad de Il Cenacolo, que está en la finca de Mas d'en Lluc, cerca de Cornudella de Montsant. Es una comunidad o fraternidad de personas que están luchando por salir de la droga y de otras adicciones. Aunque, desgraciadamente, se han marchado en estos años muchas comunidades de religiosos y religiosas, también pienso que es uno grande bien por Tarragona que hayan venido a trabajar en la archidiócesis tres comunidades: los religiosos Carmelitas, las religiosas del Verb Encarnat y los de la Comunidad Católica Palavra Viva.

—Usted ha destacado por su interés en la recuperación del patrimonio histórico de la Iglesia de Tarragona. ¿De qué actuación se siente más satisfecho?

­­—Sin duda, estoy muy satisfecho de la restauración del edificio Seminario convertido en el Centro Tarraconense, pero también de los trabajos hechos en la Catedral y al Palau Episcopal. Se ha trabajado mucho, con la ayuda de mucha gente. También he impulsado y animado a muchos mosenes a arreglar sus iglesias, ermitas y abadías. La adquisición del convento de las Oblatas, donde está el Hogar Natalis, y otros servicios en bien de la familia son para mí un legado importante. Querría destacar también las muchas mejoras en el Museo Bíblico Tarraconense, que había inaugurado mi antecesor, el Cardenal Lluís Martínez Sistach. Y el extraordinario trabajo hecho en el Archivo Histórico Archidiocesano, con toda la tarea de recopilar y digitalizar tantísima documentación.

—¿Qué recomendaría a su sucesor en esta materia?

—Pienso que vale la pena acabar de arreglar la Catedral, especialmente el Claustro y las capillas de la Catedral: Santa Tecla merece una Capilla bien limpia. La Iglesia es administradora de este patrimonio que es de todos.

—¿El futuro arzobispo tiene que ser catalán o piensa que no importa cuál sea su origen?

—Lo importante es que sea un buen pastor, y estoy seguro de que eso está más que asegurado. Me parece importante que hable catalán y que conozca nuestro país. Ya desde ahora ruego para aquel que será mi sucesor y por aquellos que tienen la responsabilidad encontrar al candidato.

—¿Qué perfil de arzobispo escogería para su sustituto?

—Me parece importante que tenga experiencia en la administración de una diócesis y que sepa amar los previste. Y con las cualidades de buen pastor.

—Cuando Usted aterrizó en Tarragona, un sector civil de la iglesia lo cuestionó. ¿Qué recuerdos tiene de sus primeros meses en Tarragona?

—Pasar los primeros momentos en la plaza de las Cols, aquel día 19 de septiembre de 2004 a las cinco de la tarde, sólo entrar a la Catedral y hacer el juramento de fidelidad delante de los obispos y de los canónigos, sentí una gran paz, y una gracia especial del Señor para estar muy sereno y contento durante la ceremonia de ordenación episcopal y toma de posesión. Después, la fiesta de Santa Tecla en Tarragona y la de Mare de Déu de Misericòrdia en Reus me permitió presidir los oficios y procesiones, pasear por las calles, saludar a la gente y que me pudieran conocer. Enseguida me sentí acogido y amado. Las muchas visitas a las parroquias de los pueblos y ciudades me han llevado a conocer a mucha gente, y a encontrarme muy a gusto en todas partes y en todos los estamentos. He visitado casi todos los ayuntamientos de la archidiócesis, así como las instituciones.

—Después, las cosas se calmaron. ¿Se ha sentido cuestionado por aquellos sectores en el resto de su mandato o, al contrario, piensa que se los ha hecho sedes?

—Yo no me he sentido nunca enemigo de nadie. Mis padres me enseñaron a amar a todo el mundo, a no tener envidia, ni rencor, a saber perdonar. Sant Josemaria Escrivà de Balaguer, el fundador del Opus Dei, con quién viví cerca de él once años en Roma, también me enseñó a amar y perdonar de corazón.

—¿Cómo le impactó aquel posicionamiento inicial contrario a su nombramiento?

—El 15 de junio de 2004, cuando a las doce del mediodía se hizo público mi nombramiento, yo estaba en Pamplona y allí recibí una acogida preciosa por parte de los profesores y también de mis alumnos de Teología, de Pedagogía y Psicopedagogía, a los cuales daba clase en aquellos años. Durante los más de tres meses que tuve antes de la ordenación el 19 de septiembre de 2004, llegaron noticias de todo tipo: cartas muy bonitas de personas y mosenes de la archidiócesis, como también los posicionamientos contrarios. Me trasladé a Barcelona y, desde allí, contesté muchas cartas, pero sobre todo rogué y me preparé por la misión encomendada: conocer la archidiócesis, los nombres de las personas, las instituciones, las parroquias, etcétera. Los años vividos en Roma y los treinta y dos en Pamplona, Bilbao y Madrid me habían alejado un poco de Cataluña, aunque por motivos familiares venía a menudo.

—Estos últimos días es noticia los abusos sexuales a niños por parte de representantes de la Iglesia. ¿Qué piensa tendría que hacer la Iglesia?

—Los obispos de Cataluña hemos hablado muy claro, y yo como presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense, el primero en firmarlo. En su comunicado hemos dicho que estas noticias referidas a abusos de menores nos llenan de vergüenza y de dolor, abusos que condenamos rotundamente. Pedimos perdón a las víctimas y nos comprometemos a encontrar la manera de ayudarlas en su restablecimiento. Actuaremos con determinación para proteger a los niños y los adultos vulnerables, eliminando todo tipo de tolerancia o encubrimiento. También hablamos del firme compromiso a cumplir la legislación vigente tan canónica como civil. Y queremos seguir fielmente lo que el papa Francisco ha determinado y determine para combatir estas acciones deshonestas y delictivas que tanto afectan el anuncio del Evangelio. Sin embargo también hemos dicho que es justo valorar la dedicación generosa y madura de tantos sacerdotes y religiosos, de educadores en las escuelas y el tiempo libre, hacia los niños y jóvenes, y sus familias, y conviene que los defendamos de la sombra de sospechas generalizadas, así como queremos recordar el derecho que toda persona tiene a la presunción de inocencia.

—¿Cree que la Iglesia tendría que replantear a medio o largo plazo aspectos como el celibato o una mayor participación de la mujer allí donde se toman las grandes decisiones?

—Las estadísticas dicen que la mayor parte de los abusos sexuales se realizan dentro del entorno familiar: más del 70% de los casos. Por lo tanto, el celibato no es la causa de los abusos que puedan cometer sacerdotes y religiosos. El celibato es uno de los grandes tesoros que tenemos en la Iglesia. El pasado 28 de enero, el Papa Francisco dijo que no estaba de acuerdo en permitir el celibato opcional, y recordó que en tiempos difíciles de la década de 1960, san Pablo VI dijo que prefería «dar la vida antes que cambiar la ley del celibato». Precisamente, el próximo 24 de junio es cumplirán cincuenta y dos años de la encíclica Coelibatus sacerdotalis de este Papa, donde se dan las razones para conservar dentro de la iglesia latina el don del celibato. Con respecto al papel de la mujer allí donde se toman las grandes decisiones, sin duda que tenemos que avanzar, como lo tienen que hacer todas las otras instituciones de la sociedad. Puedo decir que dentro de la Curia Diocesana y en las otras estructuras de la archidiócesis hay muchas mujeres en sitios de responsabilidad, que hacen una gran tarea y son de una gran ayuda.

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