Diari Més

Música de cámara

Un trío de altura para recordar a Eugene Istomin

El violinista Jaime Laredo, la violonchelista Sharon Robinson y la pianista Anna Polonsky interpretan obras de Mozart, Fauré, Schumann y Beethoven en un concierto intenso y conmovedor

El violinista Jaime Laredo, la pianista Anna Polonsky y la violonchelista Sharon Robinson, durante la segunda parte del concierto en el Auditorio Pau Casals, interpretando el Trío 'Archiduque' de Beethoven.

El violinista Jaime Laredo, la pianista Anna Polonsky y la violonchelista Sharon Robinson, durante la segunda parte del concierto en el Auditorio Pau Casals, interpretando el Trío 'Archiduque' de Beethoven.
Festival Internacional de Música Pau Casals / Silvia Isach Saumell

Joan Lizano Rué

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La tarde del sábado, el Auditorio Pau Casals del Vendrell se llenó de un silencio expectante para recibir a tres músicos de prestigio internacional en un concierto que era, ante todo, un homenaje: Para Eugene, en recuerdo del pianista Eugene Istomin, una de las figuras más cercanas a Casals y protagonista de una amistad filial que dejó huella en la historia de la música de cámara. Con Jaime Laredo al violín, Sharon Robinson al violonchelo y Anna Polonsky al piano, el programa ofreció un viaje emocional y musical de alto nivel, con una segunda parte coronada por una espléndida interpretación del Trío Archiduque de Beethoven.

Justo antes de comenzar, se anunció un cambio de programa: en lugar de la sonata para violín y piano en mi menor K.304 de Mozart, se interpretó la número 22, K.305, en la mayor. Un cambio de última hora que no restó interés a la obra ni al tono general de la primera parte. Esta sonata vivaz y enérgica sirvió como puerta de entrada a una velada que combinaría lirismo, vitalidad y una complicidad evidente entre los intérpretes.

El violinista Jaime Laredo y la pianista Anna Polonsky, interpretando la Sonata K.305 de Mozart en el Auditorio Pau Casals.

El violinista Jaime Laredo y la pianista Anna Polonsky, interpretando la Sonata K.305 de Mozart en el Auditorio Pau Casals.
Festival Internacional de Música Pau Casals / Silvia Isach Saumell

El violín de Laredo, a pesar de un timbre por momentos ligeramente áspero, brilló especialmente en el registro medio y grave, ofreciendo momentos de intensa expresividad, sobre todo en la segunda parte. Sharon Robinson, al violonchelo, con un sonido amplio, redondo y emotivo, hizo vibrar cada línea melódica con una sensibilidad refinada. Pero quien realmente cautivó al público desde el primer momento fue Anna Polonsky: una pianista de energía contagiosa, musicalidad desbordante y absoluto dominio del instrumento. Su piano, más que acompañar, respiraba, dialogaba y lideraba con naturalidad. Fue, sin duda, la gran protagonista de la velada.

Tras el Mozart, la Élégie op.24 de Gabriel Fauré aportó un momento de profundo sentimiento. Robinson y Polonsky supieron extraer toda su carga emocional con una lectura intensa y conmovedora. Siguieron las Fantasiestücke op.73 de Robert Schumann, una obra breve pero variada, con tres movimientos llenos de contrastes y pasión. Tanto el violonchelo como el piano destacaron por su capacidad para sugerir atmósferas cambiantes con gran cohesión.

La violonchelista Sharon Robinson y la pianista Anna Polonsky, durante la interpretación de las 'Fantasiestücke' op.73 de Schumann en el Auditorio Pau Casals.

La violonchelista Sharon Robinson y la pianista Anna Polonsky, durante la interpretación de las 'Fantasiestücke' op.73 de Schumann en el Auditorio Pau Casals.
Festival Internacional de Música Pau Casals / Silvia Isach Saumell

Beethoven como cima de la velada

La segunda parte estaba reservada para una obra de envergadura: el Trío en si bemol mayor op.97 de Beethoven, conocido como Archiduque. Y aquí el trío se creció. El sonido se expandió, el escenario se llenó de vida y música con mayúsculas. Los pequeños desajustes que podían haberse notado en la primera parte desaparecieron. Laredo y Robinson, pareja también fuera del escenario, desplegaron una complicidad viva que se hizo palpable en cada mirada, cada fraseo compartido. Polonsky, una vez más, ofreció una interpretación poderosa y clara, haciendo sonar a Beethoven con majestuosidad, sensibilidad y equilibrio.

El público, muy respetuoso y atento durante todo el concierto, supo corresponder con entusiasmo al final de la obra: bravos, ovaciones y una parte significativa de los asistentes en pie. El trío ofreció un bis anunciado por Laredo: una adaptación para trío de la cuarta pieza de las Sechs Stücke in Kanonischer Form de Schumann. Una elección que cerró la velada con un tono cálido, redondo y casi doméstico, fiel al espíritu del homenaje.

Con una sala casi llena y un ambiente íntimo pero solemne, el concierto Para Eugene no solo recordó a una figura esencial de la historia musical del siglo XX, sino que también reivindicó la vigencia de un legado que se transmite con amor, respeto y música compartida.

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