Música de cámara
Un trío de altura para recordar a Eugene Istomin
El violinista Jaime Laredo, la violonchelista Sharon Robinson y la pianista Anna Polonsky interpretan obras de Mozart, Fauré, Schumann y Beethoven en un concierto intenso y conmovedor

El violinista Jaime Laredo, la pianista Anna Polonsky y la violonchelista Sharon Robinson, durante la segunda parte del concierto en el Auditorio Pau Casals, interpretando el Trío 'Archiduque' de Beethoven.
La tarde del sábado, el Auditorio Pau Casals del Vendrell se llenó de un silencio expectante para recibir a tres músicos de prestigio internacional en un concierto que era, ante todo, un homenaje: Para Eugene, en recuerdo del pianista Eugene Istomin, una de las figuras más cercanas a Casals y protagonista de una amistad filial que dejó huella en la historia de la música de cámara. Con Jaime Laredo al violín, Sharon Robinson al violonchelo y Anna Polonsky al piano, el programa ofreció un viaje emocional y musical de alto nivel, con una segunda parte coronada por una espléndida interpretación del Trío Archiduque de Beethoven.
Justo antes de comenzar, se anunció un cambio de programa: en lugar de la sonata para violín y piano en mi menor K.304 de Mozart, se interpretó la número 22, K.305, en la mayor. Un cambio de última hora que no restó interés a la obra ni al tono general de la primera parte. Esta sonata vivaz y enérgica sirvió como puerta de entrada a una velada que combinaría lirismo, vitalidad y una complicidad evidente entre los intérpretes.

El violinista Jaime Laredo y la pianista Anna Polonsky, interpretando la Sonata K.305 de Mozart en el Auditorio Pau Casals.
El violín de Laredo, a pesar de un timbre por momentos ligeramente áspero, brilló especialmente en el registro medio y grave, ofreciendo momentos de intensa expresividad, sobre todo en la segunda parte. Sharon Robinson, al violonchelo, con un sonido amplio, redondo y emotivo, hizo vibrar cada línea melódica con una sensibilidad refinada. Pero quien realmente cautivó al público desde el primer momento fue Anna Polonsky: una pianista de energía contagiosa, musicalidad desbordante y absoluto dominio del instrumento. Su piano, más que acompañar, respiraba, dialogaba y lideraba con naturalidad. Fue, sin duda, la gran protagonista de la velada.
Tras el Mozart, la Élégie op.24 de Gabriel Fauré aportó un momento de profundo sentimiento. Robinson y Polonsky supieron extraer toda su carga emocional con una lectura intensa y conmovedora. Siguieron las Fantasiestücke op.73 de Robert Schumann, una obra breve pero variada, con tres movimientos llenos de contrastes y pasión. Tanto el violonchelo como el piano destacaron por su capacidad para sugerir atmósferas cambiantes con gran cohesión.

La violonchelista Sharon Robinson y la pianista Anna Polonsky, durante la interpretación de las 'Fantasiestücke' op.73 de Schumann en el Auditorio Pau Casals.
Beethoven como cima de la velada
La segunda parte estaba reservada para una obra de envergadura: el Trío en si bemol mayor op.97 de Beethoven, conocido como Archiduque. Y aquí el trío se creció. El sonido se expandió, el escenario se llenó de vida y música con mayúsculas. Los pequeños desajustes que podían haberse notado en la primera parte desaparecieron. Laredo y Robinson, pareja también fuera del escenario, desplegaron una complicidad viva que se hizo palpable en cada mirada, cada fraseo compartido. Polonsky, una vez más, ofreció una interpretación poderosa y clara, haciendo sonar a Beethoven con majestuosidad, sensibilidad y equilibrio.
El público, muy respetuoso y atento durante todo el concierto, supo corresponder con entusiasmo al final de la obra: bravos, ovaciones y una parte significativa de los asistentes en pie. El trío ofreció un bis anunciado por Laredo: una adaptación para trío de la cuarta pieza de las Sechs Stücke in Kanonischer Form de Schumann. Una elección que cerró la velada con un tono cálido, redondo y casi doméstico, fiel al espíritu del homenaje.
Con una sala casi llena y un ambiente íntimo pero solemne, el concierto Para Eugene no solo recordó a una figura esencial de la historia musical del siglo XX, sino que también reivindicó la vigencia de un legado que se transmite con amor, respeto y música compartida.