Diari Més

Òpera

La poesía de ‘Rusalka’ encandila y emociona en el Liceu

El Gran Teatre barcelonés despide la temporada con una producción que brilla por el esplendor de Asmik Grigorian y Piotr Beczała, la dirección inspirada de Josep Pons, una orquesta luminosa y un reparto de gran calidad

Asmik Grigorian, en el papel de Rusalka, y Piotr Beczała, como el Príncipe, en un momento de la ópera 'Rusalka' en el Gran Teatre del Liceu.

Asmik Grigorian, en el papel de Rusalka, y Piotr Beczała, como el Príncipe, en un momento de la ópera 'Rusalka' en el Gran Teatre del Liceu.A. Bofill / Gran Teatre del Liceu

Joan Lizano Rué

Creado:

Actualizado:

El Gran Teatre del Liceu acoge estos días su última producción de la temporada, una Rusalka de Antonín Dvořák que hace afición y queda grabada en la memoria. La función de ayer sonó con fuerza y belleza, gracias a un equipo artístico que sabe dar vida a esta historia llena de magia y tragedia.

Basada en el mito de las ondinas e inspirada en La sirenita de Hans Christian Andersen, Rusalka es una historia de amor y pérdida marcada por la tragedia. La ninfa Rusalka, enamorada de un príncipe humano, decide abandonar su mundo acuático y hacerse humana gracias a un hechizo. El precio es alto: pierde la voz y queda condenada si el amor no triunfa. El príncipe, fascinado al principio, se aleja de ella atraído por una princesa extranjera. La historia culmina con un final fatal, cuando el príncipe, arrepentido, pide un último beso que le cuesta la vida, mientras Rusalka desaparece para siempre en el lago.

La producción dirigida por Christof Loy ofreció una escenografía de estilo sobrio y simbólico, con el hilo conductor del mundo del ballet como metáfora de la lucha interior de la protagonista. Sin recargamientos, la escena acompañó bien a la música y ayudó a transmitir el relato con sencillez y una belleza peculiar.

Musicalmente, la función destacó por el sonido rico y cuidado de la Orquesta Sinfónica del Liceu, dirigida con sensibilidad por Josep Pons. La formación dibujó con detalle las texturas y colores de la partitura, evocando con elegancia el mundo acuático y el carácter dramático de la obra. Solo en algún momento puntual, el volumen del foso quedó ligeramente descompensado con las voces, tapándolas un poco, pero en conjunto la dirección fue lucida y llena de matices.

La soprano Asmik Grigorian fue una Rusalka de gran impacto. Con una voz poderosa, llena y expresiva, y una presencia escénica que transmitía con sinceridad la fragilidad y el sufrimiento del personaje, fue uno de los grandes puntos fuertes de la noche. Piotr Beczała, como el Príncipe, lució un canto elegante y lleno de luz, con un timbre bello y seguro que dio al personaje la nobleza necesaria.

Instante del segundo acto de 'Rusalka', con gran parte del reparto sobre el escenario en la producción del Gran Teatre del Liceu.

Instante del segundo acto de 'Rusalka', con gran parte del reparto sobre el escenario en la producción del Gran Teatre del Liceu.A. Bofill / Gran Teatre del Liceu

También convencieron el Vodnik de Alexandros Stavrakakis, con una voz profunda y de gran proyección; la Jezibaba de Okka von der Damerau, con fuerza teatral y carácter; y la Princesa Extranjera de Karita Mattila, que aportó carisma y autoridad, aunque en algún pasaje la voz quedó algo corta al lado del resto de voces principales. Manel Esteve (Guardabosques) y Laura Orueta (Cazador) completaron con precisión un conjunto vocal muy sólido y logrado.

El segundo acto fue especialmente memorable: la combinación de escena, música e interpretación fluyó con un ritmo que hizo que el tiempo pasara volando. El público, entusiasmado, despidió la función con calurosos aplausos y sin muestras de rechazo.

En definitiva, una Rusalka que supo emocionar y ofrecer un gran cierre de curso lírico en el Liceu, con una lectura musical y escénica que honra esta obra tan querida del repertorio.

tracking