Navidad
La sincronía de los corazones despierta la Navidad en Reus
La campaña festiva de invierno empieza con el encendido del árbol y del alumbrado decorativo

Navidad es una época dominada por el corazón. Alegría, esperanza, amistad, generosidad; lo bonito es sentir y dejarse sentir. El simple hecho de encender las luces esparce su magia por cada rincón, por diminuto que sea. Y buena muestra era la plaza del Mercadal. Centenares y centurias de personitas rodearon el magnánimo abeto central ayer por la noche. Anhelaban ser poseídos por el espíritu de las fiestas. De repente: pum-pum. «¿Oís este latido tan flojo?», se preguntaban los asistentes. El alma de Navidad acababa de renacer. Necesitaba, sin embargo, una mano: el latido al unísono de todos los presentes. También, de las decenas de teléfonos móviles que grababan el momento, como pequeños tragaluces que anunciaban la eclosión posterior. Y cuándo todos los corazones se encontraron, la estrella se iluminó, los ángeles brillaron, y Navidad despertó.
El cuchicheo invadió la plaza del Mercadal. Hubo quien, rápido y furioso, activó la operación salida. Otros, permanecieron. Faltaba algo. Y, sin hacer esperar más, todo el mundo lo entendió: Mariah Carey. No es Navidad sin el All I want for Christmas is you, con el que las pantallas se apagaron para disfrutar de la ocasión y mover pies y caderas.

Pero para bailar, se necesita espacio. El dispositivo policial lo garantizó. La Guardia Urbana y los voluntarios de Protección Civil cerraron el acceso al centro cuando vieron que ya había mucha, muchísima gente. A diferencia del año pasado, se podía respirar y en ningún momento los porches se llegaron a colapsar. A la hora de abandonar la zona, activaron un control de tráfico en toda regla. Sin tests de alcoholemia, guiaban al personal hacia la salida e impidieron entrar por calles como Jesús, Carnisseries Velles o Galera. Había que vaciar la pista antes. El tapón de botella iba filtrando por goteo, de forma lenta, pero sin pausa y con control.
El encendido del árbol de Navidad fue sucedido enseguida por el resto de la decoración preparada para el momento. Falló la calle de Llovera, que no consiguió deslumbrar hasta media hora más tarde. Para sorpresa de absolutamente nadie, los ojos —y piernas— se dirigieron, en primer lugar, a la gran esfera de la plaza de la Llibertat. Ya se decía que era instagrameable y se preocupa por demostrarlo siempre. De hecho, hay quien aprovechó para hacer guardia. Quería que sonara la música y se inundara de colores, y esperaría lo que hiciera falta. Cuando resonó Aquí és Nadal i estic content, la alegría se inundó. A dentro, a fuera, en el corro, de lejos, los cantos y los bailoteos transmitieron fiesta. Era un jueves, quedan muchos días de trabajo, pero nada importaba en aquel momento. Es Navidad y estoy contento.
No obstante, la plaza de la Llibertat lucía menos. Se echaban de menos los cuentos y las bolas de nieve. Está el calendario de adviento gigante que traerá sorpresas, pero los transeúntes comentaban que se veía vacío, melancólicos de tiempos pretéritos.

Imagen del carrusel en Reus.
Con las calles de Llovera y de Monterols esplendorosos con áureas hojas y estrellas, la música de DJames invitaba a pasear y a perderse entre las calles, ir de una punta a la otra, pedir un café —caliente, para resistir el frío— y, quizás, subir al carrusel. ¿Vergüenza? Ninguna. Navidad es una época de magia compartida y sólo ocurre una vez el año. Hace falta disfrutar el momento y no desperdiciar la ocasión. No es un mantra aleatorio, sino que, ayer, parecía haber sido entendido. Las cafeterías hervían de actividad, con colas que llegaban a la calle. Porque para saborear bien el momento, es menester detenerse un rato y mirar qué te rodea. Y si es con unas gotas de brebaje para calentar cuerpo, corazón y alma, mejor que mejor.