Diari Més

Misericòrdia

Alguien ha abierto la puerta del zoo y el Bestiario se suma a la Fiesta Mayor de Misericòrdia

El Séquito Festivo protagonizó un pasacalle desenvuelto por las calles del casco antiguo con un ambiente completamente informal

Los bailes y elementos del Séquito Festivo desataron un pasacalle multitudinario y alocado por las calles del centro.

Los bailes y elementos del Séquito Festivo desataron un pasacalle multitudinario y alocado por las calles del centro.Gerard Martí

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Bajando la calle Llovera, un niño picaba y repicaba su tambor. Según tuvo que esperar que, desde el Campanario, su ruido fue replicado y magnificado. Y como si de un hechizo se tratara, las bestias quedaron liberadas. El Drac fue el primero en escapar del zoo, plantándose en la plaza del Mercadal. No obstante, el pánico no hizo acto de presencia. Todo al contrario. Dócil y manso, dejándose acariciar por pequeños y grandes, el alado, ígneo y escamado reptante se marcó unos pasos prohibidos. Horrorizados por si una llama se escapaba, los Nanos se escondían tras las puertas del Ayuntamiento. Con todo, envidiaban el estilo de su verde, en el fondo, amigo. Sueltos de toda cadena, los elementos y bailes del Séquito Festivo recorrieron ayer por la tarde uno de los pasacalles más alocados en que lo único previsible es que ocurra lo imprevisible. Al final del día, altibajos, caballos o galeras, con cara de manzanas agrias o con una sonrisa deslumbrante, sólo querían sumarse a la Fiesta Mayor.

Con el Drac bien lejos y enfilando la calle Major, los cabezudos favoritos de los muchachos se atrevieron a abandonar la protección del Palau Municipal. Los reusenses les dejaron claro que los querían y que no tenían que tener ningún miedo. Animados por el recibimiento, los Nanos completaron una vuelta de honor para que ningún niño se quedara sin saludarlos y su fotografía de recuerdo. Impacientes detrás suyo, ya sacaban la cabeza la Mulassa y los Gegants que, para desentumecer las piernas y acelerar el paso, decidieron dirigirse hacia la calle de Monterols, aprovechando que sus compañeros de fatigas no miraban en aquel preciso momento. Dos niñas subidas a una farola observaban fijamente a los Japonesos, exactamente mirándolos fijamente.

Fue en aquel instante que la marcha gigantesca se detuvo. Se acababan de encontrar con viejos conocidos, el Ball de Valencians, que con mutuo respeto cedió el paso. El siguiente fotogénico destino era la plaza de Prim, donde los Bastoners marcaban el ritmo. Embelesados por la coordinación, los Gegants se quedaron mirando desde primera fila, con ganas de sumarse a la acción. Y la fiesta no se detuvo, porque por la calle de Sant Joan ya llegaba el Ball de Cavallets.

Metros más allá, el Bou dejó atrás la calle de Santa Anna. Ya en el arrabal, tuvo que parar su recorrido y reconsiderar opciones. Las pilones impedían su paso, quizás acusándolo que emitía demasiados gases contaminantes. Apretando glúteo y evitando que saliera gas metano, se escudriñó y mantuvo con rumbo firme su procesión particular, sin requerir etiqueta ambiental.

Como si acabara de ganar la Champions, la Pelota de Oro o el Grand Prix, una multitud de fans esperaba recibir a su ídolo bovino. Los integrantes de la Dansa de Mossèn Joan de Vic hicieron el pasillo, todo picando los platos, para que pasara la estrella. En el fondo se avistaban unos caballos. Las bestias quedaron muy cerca, a punto de entrar en disputa. No fue más que una broma divertida y Bou y Cavallets bailaron juntos, hasta que fue la hora de despedirse.

En la plaza de Catalunya, un grupito de amigos de la guardería quedaba impaciente. ¿A quiénes debían esperar? Uno de ellos llevaba una figura del Lleó, quizás resolviendo la incógnita de la ecuación. Su deseo se convirtió en una realidad en pocos minutos. Ondeando su lustrosa crin, apareció por la calle de las GalanesSiendo un buen ejemplo a seguir, miró los dos lados de la carretera antes de atravesar el paso de peatones y, reunido con sus admiradores, los deleitó con dos clásicos como Cielito lindo y La cucaracha.

La actividad no frenaba y la Àliga había considerado que era buena idea rivalizar con un carrusel a ver a quien daba más vueltas. Nadie se molestó en contar los giros, porque favorita de la afición sólo había una: es dorada, majestuosa y un ramo de rosas lucía en el pico. Mientras tanto, el Carrasclet desfilaba delante de la Casa Navàs y, con su altura, bien podría haberse detenido para que la torratxa más bien sea una realidad.

En medio del frenesí, las Galeres lanzaron el ancla en la plaza Prim. Ya se habían abierto paso entre el mar de gente, pero no avanzaban. Necesitaban un empuje para poder continuar y llegar a buen puerto. Quizás, se les debería hacer la ola para volver a sus orígenes y poder navegar hacia el horizonte. El agua es su medio natural y si en el tierra no se encuentra, siempre les quedará subir a la Bassa Nova.

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