Educación
Si no quieres que las pantallas decidan por ti...
Más de un millar de alumnos reflexionan sobre el uso de los dispositivos móviles en una nueva edición del proyecto Cap Infant Sense Fortuny

El instante previo a la representación de la ópera, que contó con la participación de un corazón|coro conformado por los alumnos.
Concentración. Niños y niñas no pronunciaban ninguna palabra. El silencio imperaba en el Teatro Fortuny. El escenario representaba la entrada en una escuela. No era, sin embargo, la antesala a un examen importante, ni los alumnos acababan de repasar los contenidos ni los deberes. Estaban absortos por sus móviles. La directora había tomado una drástica decisión. Al grito de «viva el lápiz y los apuntes», prohibió, con efecto inmediato, el uso de pantallas. ¡«No, no, no!», clamaron a los jóvenes al unísono, con zómbicos movimientos. «Allí tengo media vida», se escuchaba. La mediación funcionó: se consiguió una moratoria de 24 horas.
Con esta escena empezaba la ópera Pantalla i calla!, una obra de nueva creación, con libreto de David Puertas, música de Albert Gumí e interpretación de tres voces solistas, un coro de alumnos y la Orquesta Camerata XXI, que pretendía promover la reflexión en torno al uso de los dispositivos móviles entre los más pequeños. En el marco del Cap Infant Sense Fortuny, un proyecto que impulsa la Fundación Teatre Fortuny, más de un millar de estudiantes asistieron al preestreno.
En el escenario, la revuelta se mantenía firme y, aprovechando las últimas horas de «libertad», los móviles permitían, en el instante, responder cálculos matemáticos complejos. Sólo una chica se desprendió del aparato. De hecho, muy lejos lo lanzó. Laia clamaba que «todos los problemas» vienen de allí. Un compañero de clase había difundido fotografías «muy feas» sin su consentimiento. La totalidad de los compañeros reconoció tener imágenes «que más valdría no ver». ¿«No ven que con las pantallas todos los desastres quedan grabados? La vida tan expuesta puede hacer mucho daño», se preguntaba el conserje.
Al verla tan afectada, el aula decidió eliminar aquel contenido. Se había dado cuenta que «mucha foto, mucho selfie, pero son cosas que perduran entre uno y dos segundos», criticaba Laia, siendo consciente de la escasa atención que se presta a cada singular publicación de las redes sociales. El cambio de opinión y de comportamiento fue radical. Uno por uno, los jóvenes dejaron el móvil en un estante. «Si no quieres que las pantallas decidan más por ti, a mañana no hace falta que esperes, desconéctalas hoy», cantaron marchando.