Diari Més

Semana Santa

La lluvia agua la Solemne Processó de l'Amargura del Martes Santo en Reus

La Procesión se completó bajo una intensa lluvia que obligó a acelerar el paso y proteger los misterios

Los Tamborileros de Calanda siguieron tocando desde los porches de la plaza de Prim, delante del Teatro Fortuny.

Los Tamborileros de Calanda siguieron tocando desde los porches de la plaza de Prim, delante del Teatro Fortuny.Gerard Martí

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La fugaz aparición de una nube ceniza en el bello mediodía había sido un mal presagio. «No no», se apresuró a responder el Sol, que filtró por una rendija. Se avistaba un horizonte de dicha. La Confraria de Sant Tomàs d'Aquino se preparaba en la plaza de la Puríssima Sang. En paralelo, los Armats de la Sang llegaban, prestos y decididos, a la Iglesia de Sant Joan para abrir paso a la Verge de la Amargura.

La Solemne Processó de l'Amargura estaba a punto de empezar cuando, de repente y sin avisar, una gota se dejó notar. «Ay, ay,» se oía entre el público. Nada, una pequeña lágrima. Tocadas las ocho y cuarto de la noche, la cohorte romana avanzó con paso firme. Primero un pie, después el otro. El misterio dejó boquiabierta a la multitud que llenaba la avenida de Prat de la Riba. Y, acto seguido, los truenos de los Tamborileros de Calanda resonaron. Pequeños y grandes los imitaban mientras comenzó la fuga. La operación se efectuaba para tener un sitio privilegiado en la plaza Prim, donde los pasos se saludarían. Era, ya, misión imposible.

Los Armats que acompañaban El petó de Judes fueron los primeros a plantarse delante del General y su fiel caballo. Ni un minuto filtró que la tropa de Sant Joan se situaba a su lado. Y fue en aquel preciso instante que todo cambió. La tímida gota de las ocho había llamado a sus amigas y el chubasco cayó sobre Reus.

Murmuraciones y simultáneas aperturas de paraguas dibujaron un escenario que nadie quería ver, donde, incluso, intentando buscar cobijo, la población cruzó por el medio del recorrido. «¡Apartaos, que pasará la Virgen», tenía que advertir Ramón Pérez. Con las piernas y el corazón acelerados, con los cirios apagados, la Confraria de Sant Tomàs d'Aquino llegó a la Parroquia de Sant Francesc. Allí tenía que esperar a la Confraria de la Verge de l'Amargura. «¿Dónde está?», se preguntaron los feligreses. «Están tapando el paso y ahora bajan», se respondía.

El trayecto, sin embargo, lo tenían que culminar los Tamborileros de Calanda. ¿Dónde estaban? Habían desaparecido antes de enfilar los arrabales. O, quizás, no era tanto el caso. La comitiva aragonesa, empapada de cabeza a pies, se había refugiado en los porches de la plaza de Prim, en las puertas del Teatro Fortuny. No se quedaron de brazos cruzados. Ya que habían venido a Reus, tenían que tocar, y, fieles, lo hicieron, allí, en aquel escenario improvisado, con los golpes de maza resonando de columna a columna. De esta manera resultó la Solemne Processó de l'Amargura, pasada por agua, pero completada.

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