Diari Més

Una refugiada ucraniana en el Vendrell: «La guerra me ha robado sueños, planes y el futuro»

Alèsia Vinnyk ha conseguido alquilar un piso en el Baix Penedès, once meses después de llegar con su hijo a Cataluña

Alesia Vinnyk huyó de la guerra de Ucrania y ahora vive en el municipio del Vendrell.

Una refugiada ucraniana en el Vendrell: «La guerra me ha robado sueños, planes y el futuro»ACN

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«La guerra me ha robado sueños, planes, el futuro, una vida tranquila, siempre recordaremos este horror». Es la respuesta del Alèsia Vinnyk, una refugia ucraniana que huyó de Ucrania el marzo pasado, con su hijo, de tres años, y su mejor amiga y la hija de esta. Después de alojarse en un hotel de Coma-ruga casi todo este tiempo, esta semana se han instalado, finalmente, en un piso en el Vendrell. Vinnyk siente un agradecimiento infinito por el acogimiento y la ayuda recibida, pero su corazón está volcado en su país, donde ha dejado a su marido y a sus padres. Es una de los más de 2.800 refugiados que ha atendido la Cruz Roja en la demarcación desde el inicio de la invasión rusa. Este viernes se cumple un año del estallido del conflicto bélico.

La guerra le ha trastocado la vida a Alèsia. Vivía felizmente con su familia en Dnipró, una ciudad situada en el centro del país y a más de 400 kilómetros de la capital, Kíiv. Hacía reportajes fotográficos y audiovisuales en bodas y acontecimientos festivos y tenía un negocio propio. Pocas semanas después del inicio de la guerra, se marchó con su mejor amiga, con la que se conocen desde hace diez años. La huida fue un periplo en tren desde su ciudad hasta Polonia, donde cogieron un autobús hasta Cataluña. Llegaron a Barcelona el 17 de marzo del año pasado.

La decisión de marcharse de Ucrania fue complicada de tomar porque tuvo que dejar a su madre, a quién los problemas de salud le impidieron huir, y también a su marido y a su padre condenados como hombres a quedarse en el país. «Fue la decisión más difícil de mi vida. Cogí una mochila para ir a un país extranjero, sin saber que pasaría; Ahora mis padres están más tranquilos porque estamos aquí, pero yo estoy preocupada por ellos», confiesa a ACN.

Los bombardeos diarios provocan que sus familiares vivan con miedo constantemente. Ella explica que su madre intenta trabajar, pero que es muy complicado hacerlo. «Cada día suenan las sirenas y rápidamente se tienen que esconder, no hay luz, no sabes por dónde vendrán los misiles, es muy complicado hacer vida normal», asegura. Vinnyk intenta estar siempre en contacto con todos sus familiares, sea vía teléfono o por mensajes. Sin embargo, últimamente, asegura que es «imposible» hablar a causa de los cortes de electricidad.

De aquellos primeros días de guerra de hace un año, cuenta que hizo de voluntaria para ayudar a los niños huérfanos que llegaban a su ciudad. Buscaba ropa, comida y lugares donde alojar a los menores. Ahora, su marido también ayuda al ejército buscando vehículos y comprando material para los soldados. «No volveremos a vivir como antes, pero desde el primer día de la guerra, el 24 de febrero, estamos todos unidos y gracias a eso la victoria será nuestra», asegura la desplazada. «Vinieron a nuestra casa a dañarnos y están matando a nuestros hijos, y por descontado, nos pusimos todos de pie para conseguir que acabe cuanto antes mejor», añade.

A pesar de que estar lejos de su país, Alèsia destaca que sigue ayudando a través de Internet, buscanfo gente que necesite apoyo . Aparte, también ofrece su coche a otros ucranianos refugiados que viven en las comarcas tarraconenses para acompañarlos, por ejemplo, al médico.

«Cuando el cerebro entiende que no te caerá nada del cielo, vives más tranquilo»

Justo esta semana, se han instalado con su mejor amiga y los respectivos hijos en una vivienda en el Vendrell. Desde su llegada, han vivido en un alojamiento de emergencia, en un establecimiento hotelero en Coma-ruga. Está muy contenta por poder tener su espacio e intentar vivir con una cierta normalidad. «Cuando el cerebro entiende que no te caerá nada del cielo, vives más tranquilo», afirma.

Asimismo, remarca que se siente bien recibida y acogida por parte de la ciudadanía. «La gente aquí es muy abierta, se nota que te quieren ayudar cuando saben que somos de Ucrania y entienden que no sepamos el idioma», añade. Para ella, es «muy difícil» aprender el catalán y el castellano, en cambio, celebra que los menores estén absorbiendo la lengua y que no les afecte en el aprendizaje. «La hija de mi amiga habla muy bien catalán, ha aprendido deprisa», comenta.

«Odiaremos a los rusos durante siglos»

Preguntada sobre qué piensa de los rusos, afirma que sus hijos sienten un «odio feroz» contra ellos. «Intentamos no hablar entre nosotros, pero el odio viene de algún lugar en los pequeños, puedes imaginar cómo nos sentimos. Tendremos este odio durante siglos» expresa Alèsia. Dice que no entiende cómo es posible que los rusos «no tengan sentimientos ni instintos maternos» y «no los considera personas». «Es muy doloroso, no se puede expresar con palabras, y este dolor será de por vida», asevera. También dice que no sabe cómo podrán vivir con este dolor cuando se acabe la guerra.

Con respecto a la implicación de los países occidentales en el conflicto bélico, opina que sólo se podrá ganar la guerra con más apoyo y armamento. «Ucrania no podrá hacer nada sin ayuda», manifiesta la refugiada. A la vez, se muestra muy agradecida con el apoyo recibido tanto de los gobiernos como de las organizaciones humanitarias, cómo Cruz Roja.

Retorno a Ucrania

En el primer aniversario del inicio de la invasión rusa, Alèsia sólo espera que se acabe cuanto antes mejor para poder volver a casa. Aunque es consciente de que el país se tiene que reconstruir de cabo a rabo, se muestra optimista y cree que ganarán la guerra. «Cuando vuelva a Ucrania, hemos de continuar siendo fuertes, ya que tenemos que reconstruir nuestro país y nuestros hogares. Se tiene que arreglar todo para qué nuestros hijos tengan futuro en Ucrania», dice. Además, señala que aunque les gusta vivir en Cataluña, su corazón está en su país y asegura, esperanzada, que lo primero que hará cuando vuelva es dar un «beso a su tierra».

Cruz Roja atiende a más de 500 refugiados

Desde el inicio de la guerra hasta la actualidad, Cruz Roja ha atendido a más de 2.800 personas ucranianas desplazadas a Tarragona, el Ebre y el Baix Penedès. Actualmente, atiende 566, que se encuentran en diferentes fases del programa de refugiados. De estas, un centenar ya se encuentran en la segunda etapa, en la que se han podido emancipar y vivir en viviendas de alquiler de forma autónoma, con el apoyo de la entidad.

La responsable del programa de refugiados de la organización tarraconense, Emma Pérez, explica que ha cambiado mucho la manera de ayudar a los refugiados ucranianos. Detalla que al principio los desplazados tenían muy claro que el conflicto bélico duraría muy poco y que volverían a casa al cabo de unos meses. «Al inicio, el trabajo fue mucho de primer impacto, de garantizar que nadie se quedara en la calle», especifica. «La evidencia hizo que vieran poco a poco que eso no era tan fácil, y las personas que se han quedado se han tenido que plantear que harían con su vida aquí durante un tiempo», concreta.

Ahora, trabajan con educadores, trabajadores sociales, psicólogos, juristas con el fin de ayudarlos a entender el sistema judicial, educativo y de salud del país. «Para ellos, cambian todos estos sistemas, es un poco el choque cultural. También trabajamos el idioma para que se puedan desarrollar de manera correcta», destaca la responsable.

Pérez remarca que el perfil mayoritario de personas refugiadas son mujeres con hijos a cargo. También hay un grueso significativo de personas mayores y un colectivo más reducido con enfermedades graves, que necesitaban asistencia médica. Ahora mismo, una de las principales preocupaciones de la entidad es ayudar a emanciparse a las mujeres para que puedan trabajar y que los niños - todos escolarizados- tengan acceso al ocio.

Asimismo, por ejemplo, también buscan una solución residencial para una anciana, de 83 años, que no tiene red familiar y que no puede volver a su casa porque se encuentra en una de las zonas con más conflicto y su vivienda ya no existe. Aparte, Pérez también señala un caso de tráfico de personas, que los Mossos siguen investigando. «Acogimos a la señora con sus menores. Todos los agentes del territorio nos movimos para proteger a estas personas que venían de una situación tan vulnerable», cierra.

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