Diari Més

Opinió

Rafa Luna

Rafa Luna

Exsenador y diputado del PP

La parte humana del conflicto

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Soy hijo de unos padres cuyos pensamientos ideológicos distaban mucho entre sí, es decir, estaban políticamente en las antípodas. Hablo en pasado porque hace años que fallecieron. Mi padre, un cordobés de izquierdas y republicano, cuya familia fue exiliada a Francia, concretamente a Toulouse, no llego a pasar la frontera y se quedó en el pueblo de Lés (Lleida), municipio del Val d’Aran, fronterizo con territorio francés. 

Mi madre, cacereña, de derechas, franquista y de la Sección Femenina, se desplazó a Vielha para visitar a su hermana, que estaba casada con un carabinero. En la fiesta mayor de Vielha se conocieron y ahí surgió el amor. Se casaron, nací y soy el único hijo del matrimonio.

Tengo que reconocer que tuve unos padres extraordinarios, que trabajaron duramente para darme todo lo mejor, y también de ellos aprendí los valores del esfuerzo, sacrificio y superación, en especial los de la concordia. Me inculcaron que luchara para que nunca más hubiera un conflicto bélico en España, porque los dos, que lo vivieron y sufrieron en diferentes frentes, coincidían en que la guerra civil española no la ganó nadie: perdieron todos, hubo familias divididas, muertos, masacres y miseria.

Hago esta introducción para hablar de lo que está sucediendo en la bárbara guerra entre Hamás e Israel. Son décadas de conflictos entre Israel y Palestina, represiones y un bloqueo impuesto por Israel desde 2007 en la Franja de Gaza. Estos hechos se agravan cuando, el 7 de octubre de 2023, el grupo terrorista de Hamás provocó el mayor atentado de toda su historia contra el Estado judío desde la franja fronteriza de Gaza. 

El ataque acabó con 1.400 personas asesinadas y otras 252 secuestradas. La respuesta de Israel no se hizo esperar. El gobierno de Benjamín Netanyahu se marcó cuatro objetivos: destruir la banda terrorista Hamás, liberar a los rehenes, repatriar a los residentes desplazados del norte de Israel y garantizar que Gaza no represente en un futuro un peligro para su estado.

Netanyahu inició una guerra contra Hamás en el corazón de Gaza, Palestina, sobrepasando los límites de lo que se puede entender como un conflicto bélico, en defensa propia, frente a las atrocidades cometidas por la organización terrorista.

De esta más que lamentable situación, es muy poco edificante y despreciable que algunos políticos pretendan sacar rentabilidad política, como es el caso de Pedro Sánchez, que magnifica el debate conceptual sobre si es genocidio o no, pretendiendo con ello tapar o desviar la atención de los graves problemas que atraviesa, por la corrupción en su entorno, en especial de familiares y altos cargos de su gobierno. 

Sorprendentemente, poco se le ha oído pedir o exigir que Hamás libere a los rehenes que mantiene retenidos, aunque sí arengar con vehemencia a las masas contra un evento deportivo en España, poniendo en riesgo a sus propios conciudadanos. No pongo en duda que Hamás utiliza a niños como escudos humanos en instalaciones de alto interés para la organización terrorista. 

Tampoco discuto la veracidad de que Hamás no permite la utilización de los entramados subterráneos como refugio para los más pequeños y personas indefensas, reservándolos para protegerse y poder maniobrar.

Pero también es cierto que la imagen de críos, mujeres, ancianos y discapacitados muriendo a causa de bombardeos o disparos, entre las ruinas de sus hogares, o heridos sin atención sanitaria o buscando un trozo de pan para llevarse a la boca, ya que se imposibilita la ayuda humanitaria, es el trauma más humano y doliente de una guerra.

Empatizar con el dolor de los inocentes ante la barbarie, no me convierte en antisemita, simplemente porque no soy racista, tampoco no profesar ninguna simpatía por Hamás, al contrario, lo que siento es repugnancia, la experiencia de compañeros y amigos de mi partido asesinados por terroristas lo justifica, ni mucho menos ir contra el pueblo de Israel, al que aprecio y respeto, cosa distinta son sus gobernantes. 

Todo ello me hace ser más humano, recordando los buenos consejos de mis padres: en las guerras no hay vencedores ni vencidos, al final todos pierden algo, y quienes más las sufren son los más vulnerables y necesitados.

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