Diari Més

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Visibilizar el suicidio de un ser querido, interiorizándolo y aceptándolo, aunque éste sea un reto de larga duración, es quizás el desafío más inesperado y más complejo que deben asumir los familiares sobrevivientes.

Inesperado porque, como en el caso de quien suscribe al perder a una hermana, hace ahora ya casi un año, víctima de un trastorno depresivo mayor durante muchos años, existe -a pesar de todo- una suerte de consenso en que hoy disponemos de experiencia médica, a través de la psiquiatría, y farmacológica, por medio de los medicamentos, así como institucional gracias a los hospitales y centros de salud mental, que prestan apoyo profesional a las personas que sufren este tipo de enfermedades. Todo ello con un objetivo mancomunado: evitar un desenlace hacia la fatalidad.

Pero es también un desafío enormemente complejo. Y es complejo porque son muchos y de diversa naturaleza los interrogantes que se nos plantean a los familiares tras conocer que el ser querido ha decidido quitarse la vida. El deseo de hallar respuestas a esas preguntas y sentimientos abstractos como la culpa, responsabilidad, enfado, ira e incluso miedo cuya andadura es necesario que termine con la aceptación, y la búsqueda de espacios para abordar el duelo nos permite descubrir la existencia de asociaciones que facilitan entornos de comprensión e incluso conmemoraciones como la del tercer sábado del mes de noviembre de cada año, cuando se celebra el Día Internacional del Superviviente por la pérdida de un ser querido por suicidio. Un día para dar voz a las personas que en muchas ocasiones nos vemos obligados a penar nuestro duelo en silencio.

Por ello, son igualmente importantes los esfuerzos dedicados a la prevención del suicidio, tal como se insta a las administraciones públicas y a la ciudadanía en general con ocasión del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebra anualmente el 10 de septiembre, promovido por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP) y avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y son dignas de un especial reconocimiento las Jornadas para la Prevención del Suicidio en el curso del presente mes, organizadas en diversas localidades catalanas como, por ejemplo, las del Ayuntamiento de Reus en colaboración con la Asociación Catalana para la Prevención del Suicidio.

Tal como nos recuerda Oriol Pontasí-Murlà en su antología de textos filosóficos sobre el suicidio, “O no ser”, fue Albert Camus quien subrayó: “no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”.

No es insustancial el hecho de que Diari Més me haya cedido parte de esta página para compartir mi experiencia con el lector, y lo agradezco sinceramente. No en vano disponemos en Reus del Institut Pere Mata, reconocido internacionalmente por sus trabajos de investigación en el campo de la psiquiatría y tratamiento de las enfermedades mentales. Pero el suicidio sigue siendo una de las causas de muerte que continúa ocupando altos índices estadísticos, tal como nos recuerda la Organización Mundial de la Salud: cada año, más de 720.000 personas fallecen por suicidio. O, ya desde una perspectiva de autora, nos resalta Laura Llevadot la cuestión en su ensayo titulado “Quatre mil dos-cents vint-i-set suïcidis no exemplars”, cifra que coincide con las últimas estadísticas del año facilitadas por el INE sobre las defunciones por suicidio en España. Es por ello que la sociedad en general necesita demandar mejores planes o estrategias específicas estatales para la prevención del suicidio.

La misma magnífica arquitectura modernista del complejo de edificios que conforman el hospital psiquiátrico Pere Mata nos puede conducir al equívoco romántico que a lo largo de la historia, la literatura, la música y otras artes nos han creado en nuestro imaginario sobre el suicidio. Sin embargo, esto ya no es así, es más, nunca ha sido así porque el proceso de investigar sobre los trastornos mentales, cualesquiera que sean su origen, patología y desenlace sigue siendo todavía un viaje hacia la oscuridad. Quien suscribe comparte que ya no es válida la visión de que el suicidio es una manifestación de enfermedad mental, presentada como si fuera no solamente verdadera sino beneficiosa tanto para los pacientes como para la población en general, puesto que debe considerarse también la capacidad de libertad de disponer de nuestros propios cuerpos. Es necesario, pues, descorrer con serenidad la cortina para descubrir que el conocimiento, la luz, en definitiva, nos puede ayudar a comprender el fenómeno y hacer frente al mismo no solamente como familiar sino también como sociedad en su conjunto. Este es mi homenaje a mi querida hermana. Descansa en paz en tu sueño, Joana.

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