Diari Més
Elisa Vedrina

Elisa Vedrina

Diputada del PP por Tarragona en el Congreso de los Diputados

Estabilidad y visión en el futuro energético de España

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España atraviesa una etapa de transformación energética que exige realismo, visión de conjunto y voluntad de acuerdo. En este contexto, la energía nuclear merece una consideración serena, libre de prejuicios ideológicos y atenta a su aportación actual al equilibrio y la seguridad del suministro. Desde 2019, nuestro país mantiene un calendario de cierre escalonado del parque nuclear, impulsado por el Gobierno de Pedro Sánchez con el respaldo de sus socios parlamentarios. Aquel compromiso, concebido en un momento de excesiva confianza en la rápida expansión de las renovables, fijó el apagado de las centrales en 2035. No obstante, las condiciones técnicas, económicas y geopolíticas que sustentaron aquella decisión han cambiado de forma significativa y reclaman una evaluación rigurosa de ese planteamiento inicial. 

La invasión de Ucrania, las limitaciones de almacenamiento y la persistente dependencia del gas han puesto a prueba la solidez de los sistemas energéticos europeos, coincidiendo con un despliegue de renovables más lento de lo previsto. En este escenario, mantener sin ajustes una estrategia fijada hace más de un lustro parece poco prudente. Francia, Bélgica, Suecia o Japón ya han optado por conservar la energía nuclear como pilar firme de su transición.

La nuclear no debe entenderse como una alternativa excluyente ni como un freno al desarrollo de las renovables. Constituye, por el contrario, un factor de estabilidad en un modelo energético mixto, eficiente y descarbonizado. Su continuidad permite asegurar el suministro en escenarios de alta demanda o baja generación renovable, a la vez que libera recursos para consolidar con mayor rigor las tecnologías verdes. No en vano, la Unión Europea ha clasificado la energía nuclear como tecnología verde, reconociendo así su contribución al objetivo común de neutralidad climática.

En Cataluña, la continuidad de la energía nuclear adquiere una relevancia estratégica indiscutible. Los tres únicos reactores actualmente operativos —Ascó I, Ascó II y Vandellós II— se encuentran en la provincia de Tarragona. Según datos de Red Eléctrica, estas instalaciones generaron en 2024 cerca del 60 % de la electricidad que consumimos en Cataluña, mientras que las renovables apenas superaron el 19 % del mix energético. Su aportación no se limita al sistema eléctrico: sostiene empleo cualificado, impulsa formación especializada y garantiza ingresos estables a los municipios del entorno.

Desde estas perspectivas —económica, técnica y social— deben valorarse las iniciativas presentadas por el Grupo Parlamentario Popular en el Congreso: dos Proposiciones No de Ley y la Proposición de Ley aprobada recientemente para garantizar la aportación de la energía nuclear a la descarbonización, consolidándola como tecnología de respaldo firme y libre de emisiones. No se trata de perpetuar una fuente, sino de preservar su continuidad mientras no existan alternativas robustas y operativas. El riesgo de cerrar instalaciones en funcionamiento, amortizadas y libres de emisiones, sin redes de respaldo suficientes, no solo compromete la sostenibilidad del sistema, sino que también agrava la fractura territorial y la pérdida de competitividad.

La central de Vandellós II ilustra bien esta situación. Inaugurada en 1988 y con licencia vigente hasta 2030, mantiene márgenes técnicos para una extensión razonada de su vida útil. Su cierre previsto no obedece a criterios técnicos, sino a una decisión política que, de mantenerse, hipotecaría la estabilidad energética de Tarragona sin una estrategia clara de reindustrialización.

España necesita una política energética alejada del dogmatismo, que combine ambición ecológica, estabilidad del suministro y responsabilidad institucional. La energía nuclear, lejos de ser un lastre, representa un recurso estratégico al servicio del interés general. Tarragona —con su trayectoria industrial, su capital humano y su vocación de futuro— merece decisiones valientes, decisiones que no apaguen el mañana, sino que lo iluminen con estabilidad y visión.

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