Opinió
Altas temperaturas en la politica
A nadie se le escapa que hemos empezado un verano con temperaturas extremadamente calurosas y, cuando no, agobiantes. Y no solo en lo que respecta a la climatología, sino también en el ámbito político. Buena prueba de ello es el escenario que vivimos estos días: debates intensos, cargados de denuncias, descalificaciones y declaraciones subidas de tono.
Es suficiente con observar las cámaras parlamentarias, ya sea el Congreso de los Diputados o el Senado, sin olvidar los medios de comunicación y, en especial, las redes sociales, donde los hechos reales se amplifican con dosis de creatividad —a menudo impulsada por la inteligencia artificial—.
Cada acción se convierte en un episodio de efervescencia, alimentado por la aparición de informes de la UCO o documentos judiciales relativos a presuntos casos de corrupción, tráfico de influencias o actuaciones políticas irregulares. Todo ello en un clima de fuerte polarización entre el PSOE de Pedro Sánchez y el PP de Alberto Núñez Feijóo, con ciudadanos que salen a la calle para decir “basta ya” y exigir una regeneración política.
Por un lado, el cónclave del Comité Federal del PSOE —que con artimañas dirige el incombustible Pedro Sánchez— se celebró el pasado sábado en la madrileña calle de Ferraz, a puerta cerrada. Una decisión que obstaculizó la transparencia, quizás con la intención de “justificar” la libertad de expresión de sus miembros, especialmente de aquellos que no tuvieron turno de réplica.
El encuentro acabó pareciendo un parque de bomberos desbordado, sin experiencia, cuyo objetivo era apagar fuegos activos y evitar la propagación de nuevos, sin atender los daños causados, ni tomar medidas de prevención en un futuro. El único propósito, seguir adelante sin asumir responsabilidades. Sin embargo, lo más generoso y digno de un político en estos casos sería dimitir para facilitar los cambios necesarios para reparar desperfectos y evitar repeticiones.
Pero Pedro Sánchez, en su afán por aferrarse al poder, se ampara en la idea de que “un capitán no abandona el barco cuando se hunde”, cuando en realidad es su lujoso yate el que está a la deriva. El auténtico barco —el PSOE— es una embarcación que acoge a toda la familia socialista, con una trayectoria histórica en nuestra democracia, que hoy se siente desilusionada y decaída por su gestión autoritaria.
Por otro lado, la familia del PP se reunía en su 21.º Congreso Nacional, en las instalaciones del IFEMA de Madrid. Es cierto que la canícula se hacía notar en la calle, pero, puertas adentro, el ambiente era confortable. El único calor palpable era el de los más de 3.000 compromisarios entusiasmados con las ponencias políticas y volcados en apoyar a su líder, Alberto Núñez Feijóo, quien transmitía una sensación de frescura y cambio.
El nuevo presidente del PP fue claro en su intervención, marcando los límites en los pactos y dando respuesta a los problemas que preocupan a los ciudadanos, resumidos en 10 preguntas y respuestas sobre las medidas urgentes que piensa aplicar cuando llegue a la presidencia del Gobierno de España.
Entre ellas, una regeneración democrática e institucional; alivio fiscal mediante una bajada de impuestos; y una política clara sobre inmigración ilegal: —“Quien venga a trabajar será bienvenido, pero a quien venga a otra cosa, le diremos con claridad: aquí no”—. También recibió una calurosa ovación al defender el español, subrayando el “equilibrio y cordialidad” entre esta lengua y el resto de cooficiales en España.
En una de mis visitas al Monasterio de Poblet, cuando vivía mi buen y admirado amigo —me refiero al padre prior Francesc Tulla—, mantuvimos una conversación que siempre recordaré. Me hizo una sabia reflexión sobre la lealtad y la fidelidad que aplico especialmente en el ámbito político.
Decía que la lealtad debe dirigirse a las creencias, ideologías y valores propios; es un patrimonio personal. Y la fidelidad, a quienes los representan y defienden. Lo contrario es caer en el servilismo y la esclavitud. Una reflexión útil para quienes declarándose socialistas siguen incondicionalmente a su jefe de filas.