Opinió
Los principios y la política
No hace muchos días, un político de otra formación, después de un intenso debate parlamentario, en los pasillos del parlamento intentó justificarme su posicionamiento. Sostenía que una cosa es lo jurídicamente correcto y otra lo que se expone en política, dando a entender que en política todo está permitido. No pude más que contestarle que por delante de la política están los principios y que estos deberían impedirle mantener en un discurso político algo que sabía que era erróneo.
Finalicé la conversación indicándole que la gran diferencia entre ambos era que él anteponía la oportunidad política a sus principios, mientras que yo aplicaba el criterio inverso. Y traigo a colación esta conversación en atención a lo que está ocurriendo en la política de este país, donde los principios pasan a un segundo plano primando la oportunidad política, el mantenerse en el cargo, o cualquier otra razón, por delante de los principios que dicen defender.
Antes había dimisiones precisamente por discrepancias con el partido, con el gobierno, o con el presidente por mantener posturas discrepantes, o simplemente por ser desautorizado, eran dimisiones por principios. Se dimitía precisamente por anteponer los principios que uno defendía. Y este es el elemento esencial de lo que debería ser la política, trabajar por el bien común mediante la defensa de los principios que uno mantiene y en los que cree firmemente como medio para mejorar la sociedad y la vida de las personas. Cuando se pierde este sentido, la política se prostituye y pasa a ser la búsqueda del bien particular por delante del bien común.
Admiro y respeto extraordinariamente a quien mantiene sus principios, pero detesto a quien hace cierta la frase atribuida a Groucho Marx, «Estos son mis principios y si no te gustan, tengo otros», que parece se ha generalizado en la política española. No repetiré los innumerables cambios, precisamente de sus principios, de nuestro presidente Pedro Sánchez, creo que solo tiene uno, el culto a su persona, es como él mismo dijo «hacer de la necesidad virtud», ocurra lo que ocurra, hay que aprovechar la ocasión.
Lo ha hecho en momentos dramáticos de nuestra historia reciente, como en la pandemia y en la dana de Valencia y lo seguirá haciendo. Esa forma de hacer política se ha implantado especialmente en la izquierda española, los principios ya no cuentan, lo que prima es el interés personal, el mantenerse en el poder o en el cargo y evitar a toda costa la alternancia política. Estos días hemos visto como el enfrentamiento entre los socios de gobierno se salda con declaraciones altisonantes que no conllevan nada más.
La vicepresidenta, Yolanda Díaz, mantiene que salva su voto en las deliberaciones del Consejo de Ministros que teóricamente atentan a sus principios. Manifestación esta última que nunca podremos comprobar, ya que las deliberaciones del Consejo son secretas. Pero la vicepresidenta olvida que el Consejo es un órgano colegiado del que ella y los restantes ministros de Sumar forman parte y que, una vez tomada una decisión y aprobada, esta es de todos los miembros del Consejo, incluida ella y sus ministros, haya votado a favor, o no.
Precisamente por ello las deliberaciones son secretas, porque una vez aprobadas todos los miembros las hacen suyas, por lo que si no te gustan las asumes o dimites. Aunque tampoco olvidemos las veces que el ministro de interior Grande Marlasca ha sido desautorizado por el presidente Sánchez sobre materias en la que él precisamente defendía sus principios, ha tragado con todas ellas.
Es por ello por lo que urge recuperar los principios en la política, porque en un estado democrático estos se basan principalmente en la defensa de la democracia, el Estado de derecho y la pluralidad política. Si los perdemos, cualquier ‘necesidad’ puede llevarnos directamente a una autocracia y, por lo tanto, al desastre.