Diari Més

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He ido de viaje a Malta. Al bajar del avión, en el aeropuerto de Luqa, le he dicho a la mujer que nos quedaremos en hoteles diferentes y que no podemos vernos en toda nuestra estancia en la isla. Me ha mirado con cara rara, pero, como sabe que estoy loco, ha dicho: «si pagas tú, ningún problema, más tranquila estaré sin tus rollos independentistas». Así que yo he tirado con la maleta hacia La Valetta y ella con gozo hacia Gozo. Desde el taxi me ha llamado: «¿Pero podemos llamarnos?». «¡Sí, por teléfono sííí!». Ya de noche, me ha sonado el móvil y era ella. Le he pedido que hablara en voz baja, que podían oírnos. Hemos quedado que nos veríamos en Madrid, de vuelta. Comeremos un cocido en el Lhardy, cerca del Congreso, y después tomaremos un avión hacia Santiago de Compostela. Pero debemos sentarnos en asientos separados en el avión, hasta llegar a Sanxenxo. Allí sí, allí ya nos alojaremos en el mismo hotel. Y ella ha preguntado: «¿No encuentras una animalada que aquí estemos separados y en Madrid nos puedan ver juntos?». «Shhhh, tú calla y déjame hacer, es una estrategia». Me ha colgado. En Sanxenxo hemos cogido un ferry que nos ha llevado a la isla de Ons, donde nadie nos podrá ver, excepto Villarejo, que ya nos esperaba en el puerto vestido sólo con una gorra, una carpeta y una grabadora que le tapaba el «micro».

Mientras navegábamos para llegar a la isla, nos han pasado tres patrullas de la Guardia Civil con banderas y sirenas. Detrás llevaban un gran yate en el que me ha parecido ver el emérito tomando el sol con una copa de cava en la mano, un puro y Pippi Langstrump poniéndole crema en la espalda. ¿Cómo? Sí, sí, Pippi tiene ahora 60 años, no empecéis a pensar cosas raras. Detrás había más barcos con más gente: Mariano Rajoy, Feijoo, Cospedal y Esperanza Aguirre. Todos borrachos y cantando: «¡No estaba muertooo, que estaba de parrandaaa!».

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