Diari Més

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Les contaré en la última línea qué significa este titular. Un poco de suspense, ¿no? ¡Eh! ¿Qué haces leyendo el final, tramposo? Estoy feliz de ser un usuario de Twitter más activo que la grabadora de Torrente VII. Y de lo que más orgulloso estoy es de contradecir lo que se comenta de que es un campo de batalla de hiperventilados, cuñados y catapulteros de insultos. Hay exactamente 4.410 personitas que miran mis ocurrencias. En menos de un año he enviado mensajes que no gustaban a todos, pero a los escupidores les debo caer bien. De hecho, de los tres millones de lectores de mis tuits, sólo dos me han insultado. El último, al leer mi opinión sobre Will Smith me ha dedicado un cariñoso «subnormal». No sé si sería el mismo que unas semanas antes me había llamado mamarracho, que en catalán es mamarratxo. He estado pensando qué querría decir este seguidor que no me ama. Quizá sea una «ex» escondida en el perfil del abuelo de los caramelos Werther's Original. Bueno, demasiado original no ha sido. He mirado que una de las acepciones de mamarracho es «informal», y de eso lo soy, y mucho. Del otro insulto, el subnormal, tampoco tengo nada que decir, porque no soy normal, ni quiero serlo.

En resumen, si de 7.000 tuits sólo se han enfadado dos personas, es una estadística propia de aquellos del CIS que a menudo desayunan carajillos cargaditos. También he visto que tuits míos son reproducidos en el Times. Me imagino que no sabrán que yo soy «Més» gratuito. Los usuarios de las redes tienen ahora una herramienta muy potente para fiscalizar a los políticos que no les seducen como Paquito pantanos cuando hacía esas raves en la plaza de Oriente de Madrid y todo el mundo gritaba «¡Sincero! ¡Sincero!». ¡Ah, no, era «Franco! ¡Franco!». ¿Qué? ¿El título? Ah, sí, el Monarca Azul Coronado es el pajarito del logo de Twitter.

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