Diari Més

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Tenía cuatro años cuando jugaba en la mercería de mi madre con esos champús Sindo que tenían forma de romboide. En esos años yo era enemigo de una monja que era amiga de mi madre. La enemistad surgió cuando la mujer casada con Jesús decidió que yo ya no tenía edad para chupar un pipo. Entonces me lo arrancó de la boca y lo arrojó a la calle. Lo recuerdo a cámara lenta, yo gritando, Batman riendo y los coches pasando por encima. Desde entonces cuando esa mujer aparecía por la puerta yo la veía como un demonio con mala leche. Final del primer acto. Poned música de Juanito Valderrama. La del rosario va bien.

Soy de izquierdas, por el motivo que sea, y no es por herencia genética, ya que todos en mi pandilla eran más de derechas que Primo de Ribera. Corto con las tijeras con la izquierda o miro hacia la siniestra cuando voto. Pero, amigos, yo iba a una escuela llamada Madre de Dios, donde las amables hermanas me prohibían hacerlo, era la mano del demonio, y tenía que desaprender aquel pecado. Resultado: con 12 años todavía no sabía escribir. Más o menos como ahora. Ya veis que Sor Chupete no había ganado simpatías. Pero un día apareció en la mercería con un regalo. Lo desenvolví con la misma pasión que abres un sobre de Hacienda. ¡Era una armónica! Aprendí música como lo he hecho con el periodismo o la literatura: de oído. Fin del segundo acto.

Final: En 2004, trabajando para la productora El Terrat en un programa que presentaba Graset, me propusieron hacer un personaje cómico que se llamaría «el niño de la armónica». Cuando miraba mi nómina siempre pensaba que destinaría unos euros a comprar unas flores y ponerlas en la tumba de Sor Chupete. ¿Veis qué historia más bonita? Por cierto, a veces pienso cómo hubiera sido mi futuro si hubiera seguido chupando el pipo. ¡No respondais!

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