Diari Més

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Iba hacia un restaurante con mi mujer por la calle Unió cuando he oído dos palabras que me han hecho girar la cabeza, extrañado. La persona que se ha cruzado con nosotros ha dicho «Buenas tardes». Él también se ha vuelto y ha movido la cabeza en sentido de pequeña reverencia. Me he acercado, era un hombre mayor, y le he preguntado si me conocía o si quería hablar conmigo. Me ha dicho que no, que simplemente saluda a todo el mundo que se cruza por la calle. «Me lo enseñaron de niño, también a bajar de la acera si me cruzo con alguien, dejar el asiento a las personas mayores. ¡Ah! Y cuando se come nunca se pone el tenedor mirando hacia el cielo».

La mujer me estiraba del brazo porque llegábamos tarde, pero yo he quedado enamorado de aquel hombre que sonreía de mi asombro. «Es la primera persona de Tarragona que, sin conocerme, me saluda por la calle», le he dicho. Aquel hombre me ha transportado a cuando era más niño que ahora y recibía una serie de normas de urbanidad y convivencia, como dejar salir antes de entrar, no interrumpir a los demás cuando hablan o recoger del suelo cualquier cosa que se le haya caído a alguien que esté contigo. Ya sé que ahora hay entre mil y dos mil lectores que han tirado el diario al suelo pensando que están viendo un documental de la Sección Femenina.

Entonces he pensado en crear un club en Tarragona que se llame «los de los buenos días». Seríamos unas personas que pondríamos en práctica saludarnos y considerar que todos los vecinos somos una gran familia, sin Chencho y el paíno, búfalo. Ejemplo: ayer vi a Fito Páez parándose a cantar con un músico callejero en Madrid y una amiga me ha explicado que tomaba una cerveza con su marido en una terraza de Barcelona y Karra Elejalde se ha sentado con ellos a charlar . Pues ¿sabéis que os digo? Que ¡Buenos días!

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