Hace diez días estaba ante el Registro Civil esperando a los testigos de mi boda cuando vi a un marroquí que no entendía un papel que llevaba en la mano. Aquel hombre era yo en Dublín. (Ya sabéis que tengo negocios con los otros independentistas de Irlanda) Yo, con americana y camisa planchada, no quise ser como aquellos «brexitanics» de Nottingham que, si detectan un acento inglés extraño, dicen que no te entienden. Decidí ayudar a aquel hombre llenándole un formulario para que pudieran tramitar su permiso. Este ciudadano era un adulto, pero hoy os hablaré de los niños a los que llaman MENA.
Hay situaciones sociales de una injusticia incomprensible, que deberían recaer en la conciencia de los que gestionan la vida de los ciudadanos, o sea, los políticos que crean leyes y que «fardan» de ser protectores del ciudadano. Una de las situaciones más graves que vivía el país era que los menas, al cumplir los 18 años, pululaban por las calles de nuestras ciudades sin oficio, ni beneficio... ni un techo donde vivir. Entonces, claro, todo el mundo se quejaba de la delincuencia, de la molestia, pero pocos decían «¿Cómo dejan en la calle a estos chicos sin ninguna protección, ni documentación?». Son inocentes que deben protegerse. Lo entenderéis enseguida si imagináis que habéis sufrido un accidente y un hijo vuestro llega a Irlanda sólo y se encuentra sin trabajo, ni papeles, ni formación... ¿De qué vivirá?
No sé si los de la Carrera de San Jerónimo se han fumado el Rift, pero con mi sorpresa y aplauso, han aprobado que estos niños sin esperanza encuentren un camino. Ya han abierto los ojos y los menores inmigrantes no acompañados tendrán documentación, un régimen especial y un permiso para trabajar. 16.000 nuevos españoles tendrán una vida más digna. Recordad que algún día puedes ser tú el que te encuentres en Panamá ... ¡Eh! Pero sin papeles.