Diari Més

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Hace unos años, le pregunté a una viejecita de Barcelona si hacía vacaciones. Me contestó «¡Ay, hijo! No es necesario viajar tanto. En todas partes hay calles y farolas». Recordé la frase de aquella mujer la semana pasada mientras visitaba Málaga. En la mesilla del hotel había un libro, de estos bonitos que llevan fotos de Pep Escoda y deben imprimir en la Fábrica de la Moneda, donde para entrar hay que tocar un timbre. Me sedujo una entidad privada: «Museo automovilístico de Málaga». Y para allí que me fui. Pero estaba cerrado y opté por abrir la boca ante una bandeja de «pescaíto frito» frente al museo. Un edificio precioso, con unos jardines para entrar a vivir si cultivas maría. Pero, había algo que me recordaba mucho Tarragona. Como un déjà-vu. Y le pregunté al camarero. «Es la antigua Tabacalera, señor, que ahora tiene dentro museos, oficinas tributarias municipales, el centro municipal de informática ...». Le quise parar, más que nada para que me trajera «material» y otra cerveza, pero él, erre que erre, continuó: «Mi padre trabajo allí. La construyeron en 1922 en el mismo año y con los mismos arquitectos que la de Tarragona. ¿La conoce?» Yo ya iba a coger el cuchillo…

Volví al hotel después de ver más coches que aquel urbano con salacot que estaba en la Rambla en los años 60, y entré en internet para comprobar si aquel camarero tenía razón y, sí, había sido más preciso que el reloj de Hacienda (cuando cobra, claro). Tarragona y Málaga son como los hermanos Calatrava, y aquí tenemos al feo. Según una tesis doctoral sobre el tema: «Existe un desinterés por parte de la sociedad y la administración en la recuperación de este tipo de bienes». ¿Qué diferencia a los políticos de Málaga de los de aquí? Tabacalera, tabaco ... ¡Ah! Ya sé, los de aquí deben ir «fumaos».

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