Diari Més

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Mientras en el indulto la persona continúa siendo culpable, pero se le exime del cumplimiento de la pena, en la amnistía no se le considera culpable y, por lo tanto, es obvio que la condena desaparece. Este es el debate de los procesados por el referéndum ilegal del 1 de octubre. Los condenados que se encuentran encarcelados en cumplimiento de las condenas impuestas por los tribunales de la justicia hubieran preferido la amnistía al indulto, por aquello de poder afirmar que sus actuaciones no fueron motivo de ilegalidad, según ellos. Sin duda, siempre prefirieron ser presos políticos que no políticos presos

El nacionalismo, que no el catalanismo, siempre ha sido insaciable para conseguir la independencia. En el caso de Cataluña, aquel nacionalismo moderado de Jordi Pujol del peix al cove, permitió pactos con diferentes gobiernos de España, como el Pacto del Majestic de 1996 con el presidente José María Aznar o la Reforma del Estatuto conocido como el Estatut de Miravet de 2006, con el presidente José Luis Zapatero. El tiempo ha demostrado que para el nacionalismo independentista, no se trata de conseguir más autogestión competencial para Cataluña, sino de ir allanando el camino hacia la vía unilateral para conseguir la independencia.

Hay que recordar que lanzaron el procés en un momento de debilidad del Estado español, justo cuando lidiábamos con las consecuencias de la crisis inmobiliaria de 2008. Su momento cumbre fue, sin duda, el «referéndum de autodeterminación del 1 de octubre 2017», referéndum que no contaba con ningún tipo de garantía jurídica, tal como se les hizo llegar desde instituciones judiciales y del propio Gobierno de España. La revolució dels somriures quedó marcada por la tristeza y decepción de un referéndum que, desde sus inicios, estaba condenado al fracaso. No se consiguió la prometida República y la proclamación de independencia duró menos que el paseíllo de Pedro Sánchez con Joe Biden, que ya tiene mérito. Ahora bien, si que vimos cómo, de aquellas manifestaciones pacifistas, se pasó a las guerrillas radicales urbanas. En fin, hago esta previa para recordar que, de aquellas actuaciones ilegales que desembocaron en el 1 de octubre, nacieron las imputaciones y las condenas a los políticos implicados.

Ahora nos encontramos en el capítulo de los indultos y hay que decir que no responden a una cuestión humanitaria, por mucho que el presidente Pedro Sánchez insista en intentar convencernos de la bondad de sus intenciones. Sánchez recupera el diálogo con el sector independentista de Catalunya, después de haber prometido traer él mismo a Puigdemont desde Waterloo para que se siente ante un juez, por su afán desmesurado de perpetuarse en el poder. Para este menester y no otro sería capaz de aliarse hasta con el propio diablo.

El conceder los indultos es el precio de poder agotar la legislatura, para así, buscar el momento más propicio para convocar unas elecciones que le puedan dar el triunfo de las urnas y dejar de ser un presidente fruto de una moción de censura, donde no le importo, ni tuvo ningún tipo de escrúpulo ideológico, de elegir compañeros de viaje como Podemos, ERC o Bildu. Indultos que a Pedro Sánchez le da igual la opinión de los órganos judiciales o que los implicados no se arrepientan y están dispuestos a repetirlo. Para muestra, un botón. Oriol Junqueras habla que «el indulto es un triunfo porque demuestra las debilidades del Estado». O bien Jordi Cuixart amenazando a Sánchez cuando dice que «el indulto será el preludio de la derrota que sufrirá España». Y todo ello, como muy bien dijo Isabel Díaz Ayuso, tratando de hacer cómplice al propio Jefe del Estado el Rey Felipe VI. El presidente Sánchez acumula un extenso currículum de contradicciones, falsedades y mentiras, y lo que haga falta, porque en él lo único que vale es ocupar el poder, sin límites ni justificación alguna.

Ahora bien, si Pedro Sánchez solo pretende, con los indultos, obtener una garantía que le permita permanecer en el poder, ERC está en una situación parecida y bien lo saben Oriol Junqueras y su aprendiz, el president Pere Aragonés. Estos saben muy bien que su coalición de gobierno con JxC, no son precisamente sus mejores compañeros de viajes. La experiencia en el anterior gobierno así lo justifica, sus dimes y diretes no quedaron precisamente en lo privado, llegando a ser información pública. Ese, y no otro, fue el motivo que, hasta la última hora y en el último segundo no se llegara a un acuerdo de gobierno. Carles Puigdemont sabía muy bien que unas nuevas elecciones debilitarían a JxC por la alta posibilidad de obtener un peor resultado. Con los indultos, ERC se garantiza que, ante las dificultades que pueda tener con JxC, siempre tendrá segura la muleta política del PSC para mantener el gobierno. Una sociedad de socorros mutuos, como se decía antes. Pedro Sánchez ha puesto al frente de la estrategia política, al propio padre de la criatura. Me refiero a Miquel Iceta. Mientras, Salvador Illa estará a las órdenes de sus amos.

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