¿Le ponéis nombre a los vehículos que tenéis? Hay gente que lo hace, entre ellos, yo. Un día leí en Facebook que un amigo, una persona humana que trabaja en una petroquímica del poblado íbero de la tribu de los Mafumet, (que se caracterizan por fumar mucho, de ahí el nombre) hablaba con nostalgia de su viejo monovolumen. Me gustó y me hizo recordar mis coches: un 850 Coupé verde «el piojo», el 131 Supermirafiori, «el oficial» porque lo pinté de negro y le colgué una banderita. Coincidiendo con el Starsky y Hutch compré un deportivo americano, un flamante Ford Capri 2.8 que era inspiración para las ilustradas ironías que me lanzaba Vicente Amiguet. Después vino «Forito», un descapotable, un Mitsubishi muy «para mí»: el «Carisma» y, finalmente, un Cadillac Sevilla, el coche que llevaban toreros, escritores y cronistas del crimen.
El 8 de junio de 2006 llegó a casa una Scooter Suzuki Burgman 650. La bautizamos como «la toto». Un señor de un taller de motos cercano al Camp Nou me dijo: «Mira, Moisés. Es una tontería que te compres una moto grande. Con una Scooter no te mojas, corres tanto como ellos, no tienes que cambiar de marchas, es más cómoda ... ». La verdad es que he vivido muchas cosas con ella: viajes en Portugal y a Santa Tecla de A Guarda. No, no era para comprar droga, graciosos. Ahora hago excursiones con antiguos amigos y las cuelgo en Facebook. Una legión de envidiosos se ríe de mí diciendo que no diga «moto» a una «vespita», entre ellos, el hijo de su madre del mecánico que me recomendó comprarla. Yo, con un gran corazón, le contesto que ojalá se tenga que gastar los 10.000 euros que me costó en antibióticos. Hoy es el cumpleaños de mi moto. Hace 15 años. Felicidades, guapa ... ¿Qué? ¡Loco lo estarás tú!