Diari Més

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Tengo la sensación de que me hago mayor aceleradamente. Vosotros pensaréis que me miro al espejo y veo arrugas, manchas en las manos, «aquello» que no funciona, «aquello» de al lado de lo que no funciona hinchado… pero no. Lo sé porque cada vez hablo más claro y me importa un bledo todo, y ya sabéis que eso se hace a partir de una cierta edad. Ejemplo: aquel anuncio de Renault con un padre que va con el hijo al notario con unos crocs. Si nos acostumbramos a utilizar más la expresión «¡qué coño!», estaremos psíquicamente mejor. Hace poco que fui a pedir trabajo a un departamento muy importante de una administración y le dije a la persona con quien hablaba que si allí sólo enchufaban a coleguitas. En una mesa redonda llena de ilustres doctores hablando de la sentencia del «procés» solté que el juicio del Supremo era una obra de teatro y, el otro día, refiriéndome a la profesionalidad de Carles Porta, comenté que era un cabrón, en el sentido de admiración profesional más que del zoológico.

No sé si os acordáis de un juez que hablaba clarito clarito en el programa FAQs sobre la peste de las alcantarillas. Me fijé, estaba jubilado. También me encanta oír al magistrado jubilado Martin Pallín. Me siento delante de la tele y abro la boca como si me hubiese dado un ictus o como si fuese San Martín de Porres. Este también dice las cosas claramente, sin filtros y si tiene que criticar una institución sacrosanta, lo hace. Los que también están jubilados son los 73 mandos del ejército que dicen que España está en peligro y todo aquello que nos habían enseñado en las escuelas de los años sesenta y que vemos en las pelis americanas sobre la caza de brujas del Macartismo. ¡«Idos» a cagar! ¡Hala, ya soy como un jubilado!

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