Diari Més

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El otro día fui a Cambrils. Había quedado con dos amigos, Rosana y Oliver. Ellos sabrán perdonarme la indiscreción de hacerlo público, pero si no saben que soy un bocazas es problema suyo. Entre uno y otro me quedó una horita y doscientos metros que recorrer. Y vosotros diréis «¡Mira, cerquita!», pero no sabéis que cuando pesas un quintal es más difícil caminar cien metros que conseguir que te den hora en la Seguridad Social. Me senté en un banco de la plaza Joan Batalla para hacer tiempo y hojear un libro que me dio el Klein, cuando oí una música relajante. Delante de mí, en la calle, había un hombre tocando la sinfonía 40 de Mozart al violín. (He dicho el número para fardar, pero igual eran los Pajaritos). En aquel momento no pasaba nadie por aquella plaza peatonal. Debajo de un árbol, delante de un músico dando un concierto sólo para mí, me di cuenta de que no sabemos apreciar estos momentos de la vida. Y, bien, ya que este artículo se lee mucho, he pensado que si alguien de Cambrils se lo lleva al músico, estará contento, porque yo no le dejé un triste euro, con esta costumbre de pagarlo todo con tarjeta.

Y, ya puestos, también le quiero decir al Eduard Boada que cuando vea a aquel hombre que toca el violín en la puerta de su bar, le enseñe este artículo y le dé las gracias por poner humanidad a esa calle. Otro día os hablo de la pasión de la chica que toca la guitarra en el Portal del Roser, que aunque no haya nadie, canta como si estuviese en el Royal Albert Hall de Londres. Por cierto, os habéis fijado como tocan el violín Marlaska y el Torra? Preguntadle donde está Wally al primero y cuándo hará elecciones al segundo. Oye, mejor que Paganini.

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