Hola Quim. ¿Cómo va todo? ¿Qué te duele el brazo de aguantar el peso del partido? Es que el libro de Carles es un cacho ladrillo… Oye, que quería que llevases al Parlament una propuesta de Ley que te haría ganar votos, si te dejan los letrados, claro. Se trata de trasladar las clases del campus de la URV a las terrazas de los bares. La idea la tuve ayer cuando estaba en el Petit Tarraco y unos, al lado, hablaban del emérito, aquel que nadie dice donde está porque saben donde está pero no saben donde está. En otra mesa habían cuatro médicos epidemiólogos criticando la gestión de Salut ante una buena ración de «anestesia». Después estuve en el Denver, otro centro del conocimiento. Allí teníamos la sección de ciencias políticas. La verdad es que las patatas bravas con salsa de conocimiento están buena y si son de la cosecha del 78, mejor. Uno de los historiadores ha dicho una cosa que me ha dejado pensativo: «Suárez confesó a Victoria Prego -ja sabéis, aquella chica comunista- que no se atrevió a hacer un referéndum sobre república o monarquía porque sabían que lo perderían». Se me ha bloqueado el cerebro… ¿Qué opción era perder? Uno de otra mesa, que como yo, sólo superó la EGB, ha gritado a 120 decibelios: «Coñe, si Franco dio un golpe de estado contra el gobierno de la República, después de muerto se tendría que haber vuelto a la República, ¿no?». A continuación ha gritado al mismo volumen un tema más interesante: «¡Ponme un gin-tonic de Bombai!», y todos callados. En la propuesta de Ley se tendría que especificar que los profesores ahora se llamarían cuñados asociados y, de paso, tal como está la cosa, estaría bien que hiciesen happy hour de matrículas.