Diari Més

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Jo no sóc de Barcelona, (Yo no soy de Barcelona), es un libro que hace años me recomendó que leyera quien fue alcalde de Tarragona, y buen amigo, Joan Miquel Nadal. Se trata de un libro que recoge visiones diferentes de siete periodistas de diferentes lugares de Cataluña.

Pues bien, Jo no sóc de Barcelona es lo que podría aplicarse al flamante presidente del Partido Popular de Cataluña, el tarraconense Alejandro Fernández. Alejandro, recién aterrizado al hipocentro del poder de lo que el definió como Barcelunya, es el ejemplo que no es nada fácil que un hombre, o mujer, de provincias escale a la máxima responsabilidad de una formación política en el ámbito catalán. Hasta donde recuerdo, sólo me viene a la mente Josep-Lluís Carod Rovira, como otro ilustre tarraconense, en este caso cambrilense, que logró alcanzar puestos de relevancia a nivel catalán en un partido político.

Por experiencia sé que la política en Barcelona poco se parece a la que se hace en Tarragona. En Barcelona la política es más impersonal, centrándose en estudios de mercado electoral, y en Tarragona el trabajo del político es más personal y menos tecnócrata. Todo esto, lo debe estar empezando a vivir personalmente Alejandro.

También hay que tener en cuenta otro universo, que es más pequeño, pero igual de importante, el del partido político, agrupación, en la que se milita. A nivel de partido las distancias son más cortas, a veces sucede que dirigentes de tu propia organización, tienen dificultades para entender que alguien fuera de la órbita de Barcelona, pueda ostentar un cargo de máxima responsabilidad.

La cosa se complica, si además, no tienes padrino que lidera algún clan de influencia dentro de la propia organización o lobbies donde refugiarse, para crear una buena opinión y estar sujeto a su consulta y disciplina.

Vamos a ser sinceros. A Alejandro no le ha tocado el mejor momento político del PPC. Tiene un partido sin proyecto propio, con resultados electorales cada vez más pobres, y que navega sin rumbo, alejado del legado de presidentes como fueron, Alejo Vidal-Quadras y Josep Piqué.

Vidal-Quadras tenía muy claro que aquel nacionalismo del peix al cove acabaría siendo el independentismo de hoy en día. Por aquellas fechas, el Partido Popular, con José María Aznar al frente, ganó las elecciones generales y necesitaba al nacionalismo moderado para gobernar. El precio del acuerdo, aparte de concesiones, era Vidal-Quadras, que se había transformado en un problema para ellos. Aznar entendió rápidamente el mensaje y fue relegado en su presidencia.

Piqué recibió el encargo de José María Aznar de construir un partido con un proyecto propio para Cataluña y que estuviera basado en «las Tres c»: Catalanidad, Centralidad y Compromiso con España, un modelo en aquellos tiempos de la UPN. Poco duró aquel proyecto y de ello se encargó el sector más españolista del partido.

Aunque siempre he creído que Josep Piqué fue un gran presidente, también tengo claro no fue su momento político, su mandato fue la semilla que dio origen a Ciudadanos, nacidos como un proyecto catalán y ahora extendido por toda España.

Si tuviera que trazar un paralelismo histórico tengo claro que hoy el PPC se parece mucho a aquella Alianza Popular que luchaba por sobrevivir con CC-UCD y FN.

Volviendo a Alejandro, la pregunta es, si logrará situar al PPC dentro del paisaje político catalán. Un objetivo nada fácil y lleno de dificultades, teniendo cuenta que Alejandro conoce muy bien el partido; es una persona preparada; un extraordinario orador; no quiere un partido conformista; ni populista ni cabreado; quiere y tiene, un proyecto propio para Cataluña y comprometido, firmemente, con España.

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