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Paco Gallinat Samà

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«El oficio siempre me ha gustado y, con los clientes, somos como una pequeña familia»

El veterano barbero de la Rambla Vella de Tarragona se jubila después de 61 años practicando el oficio que aprendió de pequeño

Paco Gallinat, este lunes, en la Barbería del número 21 de la Rambla Vella.

«El oficio siempre me ha gustado y, con los clientes, somos como una pequeña familia»Gerard Martí

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—¿Le puedo preguntar cuántos años tiene?

—El 8 de diciembre haré 75.

—¿Y cuándo piensa jubilarse?

—El día 19 de diciembre. Hará 61 años que trabajo haciendo de barbero.

—¿Quien le enseñó?

—Ui, aprendí en el pueblo. Yo soy de Fraga, provincia oscense. Me enseñó un hombre de allí, un señor que se llamaba Agustín.

—C?ómo fue que fuera a aprender el oficio de barbero?

—Era lo que pasaba en los pueblos en aquella época. Yo fui a la escuela, pero a los catorce años empecé a trabajar.

—¿Había otros barberos, en casa?

—No, yo soy lo único.

—¿Cuántos años hace que corta el pelo en este local de la Rambla Vella?

—Antes lo contaba. Vine a Tarragona con diecinueve años, así que debe hacer 56.

—¿Llegó aquí con el oficio ya bien aprendido?

—Sí, con diecisiete años me marché del pueblo y me fui a Lleida. Estando allí, me vinieron a buscar para que viniera a Tarragona. La jefa de esta barbería, la mujer del barbero, era del pueblo, y cuando se les marchó un trabajador, miraron a ver si conocían a alguien. Así es como acabé aquí.

—¿Vino Usted solo?

—Sí, a solo. Pero me quedé con ellos, porque Rafel Sabaté y su mujer no tenían hijos. El día que él se murió, la seóra ama me dijo Si quieres te lo puedes quedar parati. Así que alquilé el local, y me quedé.

—Y así ha sido durante más de cincuenta años. ¿Qué es lo que más le gusta de este oficio?

—Siempre me ha gustado mucho tratar con la gente, al cliente. Antes, la gente iba a la barbería y hacía tertulia, y eso siempre me ha gustado mucho. Y como la gente va viniendo, parece que somos un poco como una pequeña familia. Pero también me gusta mucho el oficio. He vivido muchos cambios, desde los barberos que afeitábamos. Después vino el corte en navaja, más tarde los jóvenes se dejaban el pelo más largo y se lo podíaspeinar con el secador... La peluquería me enganchó. Pero también porque no he hecho nunca nada más. Me enseñaron eso, he estado contento y me ha gustado tanto que ya no he buscado ninguna otra cosa.

—Con tantos años, deben haber pasado generaciones de familias por sus sillas.

—Sí, tengo clientes que ya venían antes de que estuviera yo. Viene un señor que ahora en diciembre hará 101 años. Y viene él, no lo traen. También hay gente que venía joven y ahora sigue, y también generaciones de padres e hijos.

—Le deben haber explicado muchas cosas, tanta gente sentada aquí...

—Sí, y tanto, aquí se han contado muchas cosas. Pero todo son cosas íntimas, no las puedes explicar. Estando aquí, oyes comentarios, escuchas y aquí se queda.

—¿Siempre ha tenido trabajo?

—Sí, sí. Si no, ya habría tenido que cerrar.

—¿Y todos estos clientes fieles que tiene, dónde irán, a partir del 19 de diciembre? ¿No se lo piden, que les aconseje?

—Yo les digo que busquen otra peluquería. Ya hay, quiénes me lo preguntan, dónde pueden ir. Les aconsejo que busquen a alguien que sea como yo, que vayan a un sitio que hagan hombres. Les envío a barberos de mi edad, que ya quedan pocos. Se han ido perdiendo, aunque parece que últimamente se ha recuperado un poco.

—¿Y Usted, ya ha pensado qué hará?

—Quizás al principio estaré un poco extraño. Pero me he metido en la cabeza que ahora es el momento. Pasearé, haré más compañía a la mujer...

—¿El negocio no se lo queda nadie?

—No, mi hijo no siguió el oficio. De momento yo cierro, si vendrá alguien más, no lo sé. No he puesto todavía carteles anunciando que se traspasa. El dueño del establecimiento que haga lo que quiera.

—La última pregunta es obligada: ¿quién le corta el pelo a Usted?

—Un barbero de los que le explicaba antes, de los que tienen mi edad.

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