Iba cruzando el patio del Campus Cataluña con los ojos puestos en los recibos de lo que tengo que pagar por la matrícula, cuando me he pegao de morros con un señor. Era un tío raro, con una retirada al Litus (el cantante del Buenafuente), pero con unos kilitos más, repeinado con gomina y peste a Floïd. Llevaba una pajarita con el lazo torcido y no he podido evitar preguntarle: «¿Están grabando alguna serie en TAC12?». Me ha contestado con más preguntas: «¿Qué es una serie? ¿Qué es eso del TAC12? ¿Quizás estudia química? Me llamo Antoni Rovira i Virgili, y vivo aquí desde el año 1949. Ya le recuerdo a usted cruzando el patio hace 40 años vestido de soldado». Entonces me ha lanzado la mano para saludarme. Le he hecho saber que con el Covid sería mejor darnos el codo. «No tengo miedo, hombre… conmigo no tendrá problema». Entonces, cuando le he cogido la mano, he hecho aquel gesto tan característico de Franco durante sus discursos y me ha pasado como en la adolescencia, que no he tocado carne. ¡Era un espíritu! Con toda la calma que he podido, le he comunicado que estudio Derecho. «¡Vaya! Yo tardé 15 años en licenciarme en Derecho, pero, viendo su ritmo, diría que llegará antes la independencia que su graduación. Y por qué quiere estudiar leyes?». «Mire, Rovira i Virgili…», me ha interrumpido: «No me llame así, que parece que esté dando la dirección del bar Petit Tarraco». «Pues mire, me pusieron una multa injusta, y para no pagar abogados para ir a un Contencioso, he decidido estudiar Derecho». «¿La multa se la ha puesto la Guardia Urbana de Tarragona?». «Sí, sí» «Pues entonces le recomiendo que cambie de carrera y coja los libros de psicología, porque acabará loco».