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Más de un centenar de sifones narran la evolución social ebrense en una nueva exposición del Museo Terres de l'Ebre

La muestra se crea a partir de la colección particular del restaurador Lluís Garcia, que tiene más de 700 botellas

Cartel de la exposición basada en botellas de sifón del Museo Terres de l'Ebre.ACN

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El Museo Terres de l'Ebre d'Amposta inaugura este viernes la muestra 'Coleccionar Pasiones'. La exposición aglutina más de un centenar de botellas de sifón de las decenas de fábricas que ha habido en el siglo XX en las Tierras del Ebro. Forman parte de la colección del restaurador Lluís Garcia, que tiene más de 700, a partir del cual la muestra pone el foco en la figura del coleccionista. Con las botellas de sifón se muestra la transformación social del territorio. Los gustos estéticos, la desigualdad social o las tradiciones populares se van intuyendo y reivindicando en las formas de las botellas, los colores de los cristales o las tipografías y serigrafías en la panza o los cuellos de los sifones. La exposición se puede ver hasta el 14 de enero.

Entre los cerca de 700 sifones que ya tiene coleccionados Lluís Garcia, se han escogido un centenar que son de las Tierras del Ebro. Garcia empezó esta complicación cuando encontró los dos primeros sifones de las fábricas de Amposta en un anticuario. A través de su restaurante, siguió adquiriendo de todo el país, incluso tiene Argentina, y en los próximos meses hará una nueva adquisición que podría ampliar la colección hasta el millar. El restaurador tiene gran inquietud para conservar objetos, y cuenta con numerosas colecciones, de monedas, de scalextrics, de cerámica e incluso de carros de caballo antiguos.

Les fábricas de sifones ebrenses

Encontrar entre la colección, 110 sifones ebrenses «fue la primera sorpresa». Las botellas de Lluís Garcia configuran un mapa exacto de todas fábricas ebrenses de sifones que han habido el último siglo, algunas de las cuales, todavía hoy, envasan y venden «En cada pueblo, casi, había alguien que hacía sifones», recuerda el coleccionista.

Hay Horta de Sant Joan y Gandesa (Terra Alta), Móra d'Ebre, Ascó o Flix (Ribera d'Ebre), y casi todos los pueblos del Baix Ebre y el Montsià. Una curiosidad es que del único pueblo donde todavía hay una fábrica activa, de Santa Bàrbara, la colección no tiene ninguna botella. Les ciudades más importantes tenían más de una fábrica mientras que los municipios más pequeños, como las antiguas pedanías del Delta del Ebro, compartían una misma fábrica de sifones.

La evolución de los usos

Todas las botellas explican también los rituales y las tradiciones. Desde como algunas familias tenían su propio tapón de sifón en casa (que se enroscaban), hasta las botellas hechas de plásticos de un solo uso que más se comercializan ahora, pasando por el sifón que en algunas casas se recubría con una malla de metal que minimizaba riesgos si el sifón explotaba.

De esta malla que se ponía y se traicionaba, se pasó a los sifones forrados con mallas de plástico, fijas y de colores bien vivos, diferente para cada fabricante. Los sifones, que eran de cristal grueso blanco, azul, rosado o verde (que era el más popular), una vez vacíos, se devolvían en las fábricas donde los limpiaban y los rellenaban industrialmente con el agua carbónica artificial.

El arte en el vidrio

En la colección también destacan «las formas artísticas» y diferentes (cilíndricas, cónicas y otros) de las botellas y como ha cambiado con el paso de los años «el valor del vidrio». «Al principio de siglo, era una cosa impostando eso de tener un sifón y poder ponerlo en mesa y tenía que ser un sifón bonito, por así decirlo,» ha detallado Carme Queralt, conservadora de Etnología del Museo de las Tierras del Ebro y comisaría de la muestra. Les botellas tenían serigrafías con letras modernistas, relieves que se marcaban con ácido, o más tarde con tintas encarnadas, hacia mediados del siglo XX. Está con los escudos del municipio, el logotipo de la empresa, la patrona del municipio (en el caso de una de l'Aldea). El rasgo en común es que siempre, todos, se pueden identificar de donde son.

Garcia celebra que todavía haya fabricantes de sifones en el territorio y que algunos todavía mantengan la botella de vidrio reutilizable como recipiente, aunque sean los de la funda de plástico, que se extendió hacia los años ochenta. El restaurador también apunta que el sifón ha resistido en las mesas con esta normalización del siglo XXI de tomar el vermú.

Consumo y clase social

Como señala Queralt, esta costumbre de tomar vermú, antes sólo se lo podían permitir las personas y familias adineradas y en celebraciones muy especiales, como la fiesta mayor. «Se consumía mucho más el aguardiente que el vermú», porque era una bebida más cara, por su proceso de maceración con hierbas. «Se bebía más mistelas, moscateles, vinos dulces y rancios y siempre en momentos de fiesta», recuerda Queralt.

La historiadora recuerda que el sifón es una bebida que se está recuperando, pero que a principios del siglo XX fue «una bebida muy moderna», y «económica» que acababa con una oferta muy limitada a los vinos y aguardientes. «Era fácil de combinar con las bebidas que se hacían aquí, y por eso tuvo éxito», ha apuntado. «En la mesa se ponía la garrafeta, el canteret o la botella de vino y al lado, siempre una botella de sifón».

Revolución industrial

Como remarca la comisaria, esta exposición reivindica que en las Tierras del Ebro, una región «muy agrícola», también tuvo «un proceso de industrialización importante» y que también se produjo en el sector de las bebidas. «No sólo teníamos bodegas cooperativas relevantes y ha sido muy importante el mundo del vino, también ha pasado con las bebidas carbonatadas», ha defendido Queralt.

La exposición 'Coleccionar pasiones' incluye otros objetos etnográficos relacionados con la cocina popular que también son propiedad de Garcia. Ha sido organizada por el Museo de las Tierras del Ebro, el Departamento de Cultura y el Ayuntamiento de Amposta.

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