Fútbol
Volver a levantarse... así es la vida, así es el Nàstic
Los nastiquers vivieron ayer una montaña rusa de emociones, pero el final no fue el deseado

Más de 350 nastiquers viajaron a San Sebastián, muchos de ellos lo hicieron sin entrada, y convirtieron Zubieta en el Nou Estadi.
Ilusión, nervios, pero, sobre todo, con mucha esperanza. Así iniciaron el trayecto a Donostia los más de 350 nastiquers que viajaron a Zubieta para vivir un partido de vida o muerte. Al mediodía, después de recorrer los más de 400 kilómetros que separan la ciudad guipuzcoana de Tarragona, decenas de aficionados del Nàstic ya teñían de grana sus calles.
Pasaban las horas y la tensión se palpaba en el ambiente. Muchos de ellos optaron por refugiarse —y así calmar sus nervios— en el restaurante Bugati Erretegia, donde el club tarraconense tenía preparada la Fan Zone.
Uno de los puntos más álgidos fue la llegada del equipo cuando, entre bengalas, petardos y cánticos, los aficionados grana acompañaron al autobús hasta el estadio. Muchos de ellos, incluso, viajaron sin entrada, convencidos de que el milagro era posible. «Cruzaremos la montaña para ver el partido como sea», comentaba un nastiquer. Y así fue.
Fuera del estadio, y en el punto más alto de una colina, decenas de aficionados grana entonaban los cánticos que iniciaban los afortunados que se encontraban dentro del estadio. Ni el alcalde de la ciudad, Rubén Viñuales, ni los consejeros Berni Álvarez y Miquel Sàmper se quisieron perder una final llena de fe.
El Nàstic, con un resultado desfavorable en el partido de ida, se jugaba el ascenso justo un año después de uno de los episodios más crueles y dolorosos de su historia. A pesar de eso, después del silbato inicial, la afición consiguió convertir el estadio de Zubieta en el Nou Estadi. Todo el mundo creía. Y con la diana de Jaume Jardí todas las emociones contenidas se liberaron. Era un gol de anhelo, de creer —todavía más— y de confiar en el trabajo hecho durante todo el año.
Bajo la niebla y una ligera llovizna llegó el segundo gol grana, el del capitán, el de Joan Oriol, que llevaba el enfrentamiento a la prórroga, donde se tenía que decidir el futuro del club. El Nàstic estaba a punto de conseguir una hazaña, sin embargo, cuando parecía que este año sería el bueno, llegó la diana de la Real Sociedad B, que cayó como un cubo de agua fría, porque eso significaba que el sueño se acababa y que, un año más, el Nàstic se volvía a quedar a las puertas de subir. ¿Cómo puede ser tan cruel el fútbol?
Los jugadores se marcharon de Zubieta devastados, entre aplausos y con una afición orgullosa de los suyos. Llegan, nuevamente, días extremadamente duros, pero el nastiquer se levantará, como ya lo hizo contra el Málaga. Estoy seguro de que las lágrimas de estos días se convertirán, pronto, en abrazos de gol, en tardes de alegría en el Nou Estadi y en coger el coche para seguir al equipo allá donde vaya.
No puedo estar más de acuerdo con las palabras que Joan Oriol dijo después de este golpe tan duro: «Estos momentos nos hacen ser más nastiquers y queremos todavía más al Nàstic». Caer y volver a levantarse. Así es la vida y así es el Nàstic. Hasta el final.