Diari Més

Fútbol

El Nàstic muere de pie junto al milagro (1-2)

Los grana fregaron la perfección con coraje y ambición y vuelven a perder en una nueva prórroga amarga

Pablo Fernández, completamente desolado, sufriendo en silencio el golpe de no subir en el que podría haber sido su último partido de grana con los jugadores del Sanse celebrando de fondo.

Pablo Fernández, completamente desolado, sufriendo en silencio el golpe de no subir en el que podría haber sido su último partido de grana con los jugadores del Sanse celebrando de fondo.
Andrés Álvarez

Arnau Montreal Quesada
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El Nàstic murió de pie. El conjunto grana se quedó junto al milagro en un partido que rozó la perfección, pero que no lo fue. La losa de perder 1-3 en casa obligaba a una gesta perfecta, pero lo exhibido en Zubieta no fue suficiente. Jaume Jardí dio esperanza con un golazo, Joan Oriol dio motivos para creer y los de Luis César se quedaron junto al tercero, pero un penalti en la prórroga fue la lanza que acabó de matar en el Nàstic. Junto al milagro, de nuevo junto a Segunda.

La entidad grana tenía dibujado el sendero de la remontada. Para conseguirlo, Luis César dio una buena sacudida al once con Jardí y Concha en las bandas y una pareja de centrales inédita de reconvertidos: Óscar Sanz y Pol Domingo para suplir a un Enric Pujol lesionado y Unai Dufur descartado.

El Nàstic salió al césped con las ideas claras. Se tenía que aproximar al área y lo consiguió de la mejor manera a los primeros cinco minutos de partido. Marc Montalvo robó una pelota en medio del campo y cedió la posesión a Gorostidi. Este la filtró entre los dos defensores y allí, Antoñín apareció en el mano a mano. Desgraciadamente, Arana detuvo el duelo.

El Sanse no retrocedió. El filial vasco no retrocedió en el terreno de juego y dio un paso adelante buscando la espalda de la defensa grana. Su talento y velocidad encontró los espacios para hacer daño. Astiazaran lideró el primer picotazo y la puso en el segundo palo, donde Mikel envió el esférico por encima del travesaño. En este combate de boxeo particular hacia dos púgiles flaqueó.

El Nàstic daba pasos adelante con más criterio, pero el Sanse no aflojaba con los contraataques. De nuevo, bola rápida y centro en el segundo palo y esta vez era Astiazaran quien remataba por encima de la portería de Dani Rebollo. El conjunto grana lo hacía con la pelota parada. Cada servicio de lado se convertía en un centro con la fuerza de Óscar Sanz. La catapulta Sanz la puso en el área pequeña y Antoñín la soltó, pero no pudo superar el mar de piernas del Sanse.

Faltaba probar más. Las aproximaciones estaban bien, el control estaba mejor, pero no había remates a puerta. Era necesario probar, y quien lo hizo fue Jaume Jardí. El reusense sacó magia de nuevo y elaboró un centro-chute que se fue envenenando poco a poco hasta que botó y sorprendió Arana para colarse en el fondo de la red.

Más vida

El gol era vida. El sendero continuaba iluminado y guiaba al Nàstic a la gesta épica. Era lo que necesitaba antes del descanso. Era esperanza que encendía a los jugadores y a la afición por igual.

De esta manera salió el Nàstic a la reanudación. Encendido de esperanza. Con ganas de morder y David Concha lo hizo con un tiro cruzado en el primer minuto. El Nàstic quería el segundo y se lo estaba ganando.

La niebla y la lluvia empezaban a aparecer y se encontraban un Nàstic completamente dominante contra un Sanse que no quería caer. Como el púgil más duro, el filial vasco recibió los golpes y se los devolvió con llegadas que frenaban el torrente grana.

El tiempo sólo daba más alas en un Nàstic completamente volcado en ataque. Eran argumentos para un milagro. Todo el mundo creía en el milagro y forzaron el segundo. Narro buscó un pase en profundidad, pero Arana se adelantó. La pelota se le escapó de los guantes y allí apareció Álex Jiménez. Esta vez Arana llegó tarde y lo tiró al suelo. Era penal claro y el árbitro lo dictó. El capitán Joan Oriol se puso el equipo a espaldas de nuevo. Y con confianza férrea marcó el gol que forzaba la prórroga. Era un 0-2 que dejaba helado Zubieta y cada uno de los jugadores del Sanse mientras que los nastiquers desplazados hacían del campo de entrenamiento el Nou Estadi. Unos en la grada, otros en la montaña y otros muchos en el Parc Francolí.

Insistir

Eso no quedó aquí, porque el Nàstic podría no haber acabado yendo a la prórroga. En el minuto siguiente, una genialidad de Víctor Narro brindó la opción del 0-3 a Marc Fernández. El segundo capitán armó el tiro, pero el chute cruzado no entró y el partido fue condenado a la prórroga.

Los grana no bajaron los brazos. El milagro continúa vivo, el sendero iluminado y el Nàstic fue a buscar el tercero. Lo hizo desde el córner, lo hizo con centradas laterales, pero la pelota no iba entre los tres palos. Eran los grana, ayer de verde, los que más activos estaban sobre el césped contra un Sanse que no sabía si pedir la hora, ir al contraataque, o prepararse para recibir.

Con todo, el talento inherente de un filial dio chispas de genialidad que causaron todo un incendio. En una centrada lateral, el árbitro silbó un penalti a Migue Leal por unas manos bien rigurosas. Todo nastiquer contuvo el aliento. Rezando por Dani Rebollo, cruzando los dedos para que la pelota saliera por encima del travesaño. Pero fue dentro. A la prórroga amarga. Fue dentro. Un año después, de nuevo a la prórroga. Guibelalde marcó el 1-2, un golpe directo en la mandíbula que dejó KO al Nàstic y a todo nastiquer.

Aun así, los grana quisieron morir de pie. Quisieron acabar la temporada luchando hasta el final, tal como reza el lema en la camiseta y el lema de un escudo y toda una ciudad. Los grana murieron colgando pelotas en campo contrario e, incluso, reclamando un penalti por unas manos bien similares a las que fueron castigadas. Pero la derrota por 1-3 en el Nou Estadi Costa Daurada acabó pesando mucho. Esta losa era muy difícil de levantar. Al final acabó siendo imposible.

Hasta aquí llegó el Nàstic esta temporada. Este fue el final. Junto al milagro. Dando paso a una noche de desolación en Tarragona.

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