Fútbol
Goleada terapéutica del Nàstic (4-1)
Los de Dani Vidal superaron el Real Unión en un partido en el cual los grana fueron de más en menos, para acabar con toda una fiesta

Víctor Narro durante el partido.
En ningún sitio se está mejor que en casa. El Nàstic de Tarragona alcanzó una goleada terapéutica en casa contra el Real Unión para recuperar los ánimos después de la derrota en León. Pablo con un doblete, Migue Leal y Joan Oriol de penalti salpimentaron un partido en el cual el equipo superó la vez del empate del conjunto vasco para sumar la quinta victoria seguida en casa y tercera goleada.
Dani Vidal apostó para volver a los orígenes en casa. El técnico grana estableció el 4-4-2 con Pablo i Antoñín en la punta de ataque y Óscar Sanz sobrepasó en Unai Dufur a la lista de prioridades para compartir el eje de la defensa con Gorka Pérez. La realidad es que el cambio de sistema y volver en el añorado Nou Estadi le vino bien al equipo en los primeros minutos.
En cuestión de cuatro minutos, el Nàstic ya había conseguido cuatro remates en portería. No había pasado ni un minuto y Antoñín brindó un centro lateral para Gorostidi, pero el chute del mediocampista salió lamiendo el palo izquierdo de Wright. Acto seguido, una pérdida del portero vino un nuevo remate del Nàstic que no tuvo bastante potencia. El ataque viró a la derecha con una lluvia centradas laterales que forzó al portero inglés a actuar. Primero le paró un remate a bocajarro en Antoñín y después otra a Pablo.
El conjunto grana se convirtió en toda una marea que el Real Unión no fue capaz de controlar hasta que acabó resquebrajando gracias a Antoñín. La atacante grana, pillo, vio el mal control de Santos para poner la pierna. El central del Irún cayó en la trampa y golpeó al atacante grana. El árbitro lo vio muy fácil: penalti favorable al Nàstic. Joan Oriol, encarregat de las penas máximas, limpió el tiro a la derecha y, aunque Wright adivinó las intenciones, puso el 1-0 de la justicia en el marcador. Les ocasiones grana tuvieron el premio merecido.
Todo parecía indicar que sería un nuevo partido plácido, pero el Real Unión lo impidió poco después. El conjunto vasco vio el agujero en medio del campo que había en sus transiciones. Nadie tapaba el frontal del área y los vascos lo aprovecharon para encadenar chutes desde fuera del área hasta que encontraron apriete. Dani Garrido fue el encargado de poner agua en el vino. Estaba liberado, y el tiro salió directo a la portería de un Dani Rebollo que poco pudo hacer para ver la trayectoria entre las piernas de la defensa grana demasiado retrasada.
El empate llamó a los fantasmas de la semana pasada. El equipo estaba visiblemente tocado. Primero, el Real Unión tuvo un tramo de dominio. El equipo del norte aprovechó el espacio que todavía había en medio del campo para buscar la portería de Rebollo. Después, el Nàstic recuperó la pelota, pero al dominio grana le faltó una marcha más para romper la defensa visitando. Daba la sensación que los grana querían llegar al descanso como fuera y así fueron pasando los minutos con control grana, pero sin ningún intento de reactivarse. De más en menos.
A la reanudación, esta desazón se mantuvo los primeros minutos, pero Pablo hizo ver los claros en el cielo nublado. Migue Leal puso el centro lateral, el primero desde el gol grana, y Pablo Fernández hizo lo que mejor sabe. El sheriff de las pelotas aéreas se alzó entre dos centrales por marcar el 2-1 con un cabezazo que abrió el camino.
El Nou Estadi Costa Daurada se encendió y el Nàstic, con la inercia de los últimos partidos, dio un paso adelante. Migue Leal apareció de nuevo, esta vez para enviar un cañonazo que sacó las telarañas a la portería y dio tranquilidad con el 3-1.
En segundos, el Nàstic pasó de ser el fuego de una vela a todo un incendio incontrolable. Antoñín, con un control orientado, se iba a plantar ante el portero y si a la primera mitad forzó un penalti, ahora forzó una tarjeta roja. Si el Real Unión ya lo tenía difícil con once, con diez se abrió la puerta con una goleada. Marc Fernández centró de nuevo en el área para que Pablo hiciera el doblete y pusiera el 4-1 final. Una definición perfecta para un partido que acabó siendo redondo. Los minutos pasaban y el Nàstic disfrutó de oportunidades de hacer la fiesta todavía mayor, pero tanto la afición como la plantilla pudieron salir de una goleada terapéutica que deja un mensaje: este equipo está más vivo que nunca.