Diari Més

Correr en casa también provoca lesiones

Practicar deportes en espacios reducidos obliga a movimientos no habituales

La exatleta internacional y entrenadora Belén Recio imparte clase desde su casa de Córdoba a través de Instagram.

Correr a casa también provoca lesionesEfe

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Tendinitis, facitis plantar, ruptura de menisco y de fibras musculares, etc. La amenaza de lesión es presente también en los corredores aficionados que, durante el confinamiento, pretenden cueste lo que cueste no perder por completo la forma física que tanto trabajo les ha costado conseguirla cuando poblaban los parques.

El doctor Hernán Silván, osteópata y recuperador especialista en medicina deportiva, ha hecho recuento, para la revista Corredor, de los peligros a los cuales se exponen los intrépidos sorteando sillas y baúles, doblando pasillos en giros que se multiplican de manera exponencial en recorridos tan cortos y retorcidos.

«En primer lugar», apunta, «las lesiones articulares de rodilla y tobillo. En rodilla: meniscos, ligamentos cruzados y ligamentos laterales. En tobillo: ligamentos laterales y bloqueos articulares del tarso y metatarso».

«Después están las lesiones tendinosas y fascials como las tendinitis rotuliana y aquílea, y la fasciïtis plantar y, finalmente, las lesiones musculares por trabajo excéntrico y con frenados constantes y repentinos, en cuadríceps, isquiotibiales, glúteos, aductores, gemelos y cuadrado lumbar».

Eso, en personas habituadas a correr cuatro, cinco y hasta seis días por semana (el día de descanso es sagrado). Los destrozos en el delicado cuerpo de los principiantes pueden ser todavía mayores.

La colección de secuelas indeseables no puede ser más completa, para los locos del running casero, pero la ansiedad produce monstruos. El confinamiento origina, inevitablemente, una importante pérdida de demasiado muscular que el corredor compulsivo no está dispuesto a tolerar.

El enclaustramiento prolongado, lo saben, no es bueno para la salud. El Estado de Alarma se prolongará en España, como mínimo, hasta finales de abril, y para entonces el intrépido corredor popular llevará mes y medio confinado entre las cuatro paredes de su casa. Sus niveles de estrés andarán por las nubes con la disminución de endorfinas, la denominada «hormona de la felicidad» que genera el ejercicio físico.

Para bregar con estas situaciones tendrán que tirar de psicología, de los consejos de los sabios. «Vale más un continuo, que un desficaci», decían nuestros abuelos. Una cosa es mantener el cuerpo activo, cuando menos sea al ralentí, y otra bien diferente pretender que el confinamiento nunca pueda arruinar los planes de entrenamiento diseñados para épocas más felices.

El doctor Silván recomienda la fórmula cacos (caminar-córrer). «Si corres cinco metros y te giras bruscamente para volver a correr expones mucho los tobillos y rodillas. Mejor, corre cinco metros y camina otros cinco, acabando de posicionarte frontalmente, sin giro brusco, para correr de nuevo estos cinco metros. Treinta minutos, precedidos de quince de calentamiento, y seguido de diez minutos de estiramientos variados».

Cualquier cosa menos admitir la derrota enfrente del coronavirus. El confinamiento ha expuesto con crudeza la necesidad de hacer deporte y, según las últimas encuestas, más de un 90 por ciento de los que han empezado a practicarlo en casa prometen mantener la actividad cuando acabe esta desgracia.

Pero los abusos en el deporte casero, lo dicen los médicos, también implican lesiones que, paradójicamente, pueden conducir a un nuevo confinamiento, este obligado por los excesos físicos, incluso cuando se haya levantado el Estado de Alarma.

En su desesperación, muchos corredores exprimen su ingenio para, removiendo muebles y abriendo puertas, montar complicadas gincanas en sus casas, recorriendo como autómatas pasillos, habitaciones y terrazas centenares a veces con severa torsión de rodillas y bloqueo de tobillos para adaptarse al insólito escenario.

Heroicidades como correr maratones en la terraza o el ironman casero solidario que se propone el triatleta alemán Jan Frodeno, residente en Gerona, son osadías que, profusamente publicitadas en las redes, fomentan un aventurismo doméstico de insospechadas consecuencias físicas para sus practicantes.

El ironman, la modalidad más extrema del triatlón, consiste en nadar 4 kilómetros, recorrer 180 kilómetros en bicicleta y, para postres, meterse entre pecho y espalda un maratón, es decir, 42.195 metros. Todo eso, naturalmente, sin detenerse entre disciplinas. «Entre la aurora y el atardecer», precisa Frodeno.

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