Comercio
La vinoteca histórica de Torredembarra que celebra el final de cuatro generaciones familiares
Cal Serafí hará oficial el traspaso de la tienda con un vermú popular gratuito que tendrá lugar este domingo

Serafí Mercadé, uno de los encargados de la histórica tienda y vinoteca torrenca Cal Serafí.
Este domingo, Torredembarra despide una de sus tiendas más emblemáticas. Cal Serafí, la vinoteca con más solera del municipio, cierra una etapa después de cuatro generaciones de la familia Mercadé al frente.
El traspaso se hará oficial con un vermú popular gratuito, anunciado a través de su perfil de Instagram (www.instagram.com/calserafi), que tendrá lugar este domingo, 20 de abril, entre las 12 y las 14 horas en el local de la calle de Joan Güell, 19. A pesar de ser gratuito, hay que recoger ticket escaneando el código QR que tienen en el escaparate o desde su perfil en las redes sociales.
La historia de Cal Serafí empieza a finales de los años cincuenta, cuando el abuelo del actual regente, también llamado Serafí Mercadé, hijo de familia campesina, abrió una bodega elaboradora de vino en el mismo lugar en el que hoy se encuentra la vinoteca. La tienda como tal abrió en 1967, de la mano de los padres del Serafín actual: empezaron vendiendo verduras del huerto y, más adelante, vinos a granel provenientes de todas partes —del Priorat, de Batea, de Oporto e incluso vino de misa. En aquella época, el comercio estaba situado en un lugar de paso del casco antiguo, rodeado de turistas, y se podían vender licores a granel.
Cuando los padres se jubilaron, fue el turno de Serafí Mercadé, su mujer Roser Torné y la hermana de esta, Dolors Torné. Durante los años 1992 y 1993 asumieron la nueva dirección y empezaron a transformar el negocio: Cal Serafí se consolidó como una vinoteca de calidad, especializada en vinos embotellados, licores, whiskys y rones. Con los años, y de la mano de su hija Esther, incorporaron nuevas inquietudes como los vinos ecológicos, que han ganado protagonismo durante la última década.
Además, la tienda se ha abierto a la comunidad con más de cuarenta y cinco catas organizadas, generalmente los sábados por la noche. En estos encuentros, un enólogo invitado presentaba sus vinos y compartía la cata con los clientes habituales. A pesar de la limitación de espacio —sólo cabían una veintena de personas—, la experiencia ha sido una de las apuestas más celebradas de la vinoteca. También han llegado a hacer una de verano, abierta y multitudinaria, que marcó un antes y un después en la relación entre la tienda y el pueblo.
Despedida entre copas
La decisión de jubilarse llega con la satisfacción de un trabajo bien hecho. «Es un orgullo ver que el negocio continúa, que alguien del pueblo toma el relevo y que el nombre de Cal Serafí no se pierde», afirma Serafí Mercadé, emocionado. Él y su familia se muestran contentos con la nueva etapa que empieza y agradecen las múltiples muestras de cariño recibidas estos días.
Durante décadas, Serafí, Roser y Dolors han sido una presencia constante tras el mostrador, haciendo recomendaciones, envolviendo botellas y saludando a clientes de toda la vida. Esther, que aportó una mirada joven y abierta a las nuevas corrientes, ha sido clave para poner al día el catálogo e introducir novedades como el vino ecológico. «Nos hemos adaptado a lo que pedía la gente, pero siempre desde la proximidad y la pasión por el buen producto», resume Serafí.
El relevo lo tomarán Marco y Adriana, una pareja de Torredembarra que ya regenta con éxito la pizzería L'All Negre. Ahora darán el salto a un sector cercano, pero con otro ritmo: mantendrán la tienda, el nombre y la esencia de Cal Serafí. Según explica Serafí Mercadé, tienen claro el valor del negocio y se acercan con respeto, entendiendo que esta vinoteca forma parte del patrimonio emocional del pueblo. La continuidad les ilusiona y ven en el proyecto una oportunidad de crecer, dándole la vida que se merece sin renunciar a una mirada propia.
El vermú del domingo será mucho más que una copa compartida: será una declaración de continuidad, un gesto de gratitud y una invitación colectiva a recordar. Cal Serafí no sólo ha vendido vino; ha doblegado generaciones, conversaciones y memorias. Y eso, ningún traspaso lo borra. Lo que queda, más allá de las botellas o del espacio físico, es la huella invisible de un comercio hecho con corazón, constancia y vocación.
A partir de ahora, el nombre continuará vivo con nuevos rostros al frente, pero arraigado a una misma esencia: la de ser punto de encuentro, complicidad y cariño por el territorio. Será también una manera de demostrar que los negocios familiares pueden reinventarse sin traicionar su identidad, y que las historias bien arraigadas pueden florecer nuevamente con otras manos.