Diari Més

5.º aniversario del confinamiento

Mireia Olesti: «Ya fuera durante la pandemia o en la actualidad, lo más importante siempre es escuchar»

La psicóloga cuenta con una amplia experiencia en residencias de la tercera edad, durante la Covid-19 trabajó en el Centro de Atención Intermedia Colisee. Además, es profesora asociada del Departamento de Psicología de la URV

La psicóloga Mireia Olesti cuenta con una amplia trayectoria profesional, además de enseñar en la URV.

La psicóloga Mireia Olesti cuenta con una amplia trayectoria profesional, además de enseñar en la URV.Gerard Martí

Joan Lizano Rué

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El día 15 de marzo hará cinco años del confinamiento obligatorio que se decretó durante la pandemia de la Covid-19. Usted en aquel momento trabajaba en el Centro de Atención Intermedia Colisee. ¿Cómo lo recuerda?

«Bastante lejos, fue una experiencia muy descolocante en la que, sobre todo, la concienciación social tuvo un papel fundamental. En mi caso y en el de muchos centros similares de la demarcación, la situación fue bastante buena. Nosotros desde el primer minuto tuvimos a punto todas las mascarillas, EPI —Equipos de Protección Individual— y lo que hiciera falta para protegernos tanto a nosotros y a nuestras familias como a los pacientes con los que trabajábamos. Especialmente para ellos, ya que muchos llegan al centro para recuperarse».

En un espacio como este, acostumbran a ver la muerte de una manera más próxima. Durante la pandemia el acceso a los familiares se restringió. ¿Cómo gestionaron estas situaciones?

«Nosotros, al menos en el sociosanitario donde yo trabajo, tuvimos la gran suerte de que una vez se puso en marcha el confinamiento, el número de defunciones fueron muy pocas. Podría sorprender, pero vino todo en cadena. Todo el mundo estaba enterado de lo que pasaba, algunos más y otros menos. Pero los trabajadores y trabajadoras íbamos con mucho cuidado, ya que sabíamos la responsabilidad que teníamos hacia nuestro entorno, y como no entraban visitas y los residentes no salían a los hospitales y centros médicos, el ir y venir de virus y bacterias se mantuvo controlado. Además, los parientes de las personas residentes y estas mismas veían las noticias, seguían la actualidad, y eso les permitió hacerse una idea de la situación en el mundo y de por qué no podían visitar a sus familiares o al revés, de por qué no los iban a ver y no pasar un rato con ellos. La difusión sirvió para concienciar de lo que estaba pasando y, de alguna manera, eso ayudó a calmar».

¿Y la atención a las personas que atendían, tuvo que cambiar? ¿Tuvieron alguna defunción en el centro a causa del virus?

«La manera de funcionar cambió para todo el mundo. De arriba abajo. Sí que murieron personas durante aquel lapso de tiempo, pero no durante la primera ola fuerte de la pandemia —que fue desde mediados de marzo hasta finales de junio del año 2020—, al menos no de Covid-19. La primera defunción que registramos de este virus ya fue cuando las vacunas casi empezaban a llegar, hacia el mes de noviembre o diciembre. El cambio vino especialmente porque nosotros nos convertimos en las personas de referencia de los residentes del centro. Sus familias no les podían ir a ver, así que hicimos un tipo de paso adelante común para asistirlos en casi todo momento y que sintieran el calor humano. Llegamos a llevar varios móviles encima, todos funcionando al mismo tiempo, para contactar con las familias cada día y explicarles cómo estaba su familiar, si había dormido bien, si se sentía de buen humor y con energía o no mucho, entre muchas otras cosas».

¿Así que la restricción de movilidad también los forzó a tener un trato diferente con las familias?

«Totalmente. Tanto con las familias como con las personas residentes. A los parientes los manteníamos constantemente informados. Por la mañana les explicábamos si habían dormido bien y si se habían levantado de buen humor, o al revés. Era muy habitual que unas horas después les contactáramos en videollamada con los familiares para que pudieran hablar un rato con ellos, si bien no cara a cara, pero casi. Era un sistema muy poco natural, pero el mejor que disponíamos. Y después de comer y por la noche también seguíamos informando de su estado a los parientes. Recibimos mucha confianza de estos porque quisimos prestar la atención lo más fácil posible. Sabíamos que era una situación muy ajena a lo que estábamos acostumbrados, fue una especie de disociación temporal de la realidad cotidiana».

¿Y con los residentes del centro, qué cambió?

«Sobre todo la atención. Nosotros éramos sus referentes en cuestión de confianza. Especialmente en los ámbitos físicos y anímicos. Les podíamos ayudar desde preguntándoselos si estaban bastante hidratados, si querían estar más cómodos o si tenían demasiado calor o demasiado frío, por un lado; pero también si querían que les diéramos la mano, qué nos querían explicar, alguna anécdota, y otras. Lo más importante era y es, que se sintieran escuchados y acompañados».

Respecto el luto. ¿Quizás durante este periodo no vieron una gran cantidad de casos, pero el hecho de poder despedirse físicamente de un familiar querido o de alguien próximo por última vez qué puede llegar a implicar?

«Es muy complicado. Por una parte, en el centro llegan personas que cognitivamente funcionan muy bien y saben cómo quieren acabar su viaje, y hay otros que no. Desde los centros destacamos la importancia del uso de las voluntades anticipadas. Pero en todo caso el hecho de decir el último adiós en persona, los últimos pensamientos o el último abrazo o beso, deja una sensación de tranquilidad y paz tanto en los familiares como en la persona que se encuentra en la última etapa vital que no es comparable, en ninguna medida, a hacerlo a través de una pantalla. El hecho de no poder despedirse presencialmente, podría llegar, en algunos casos, a derivar en lutos patológicos. Es muy duro».

¿Cree que de la situación pandémica se ha extraído alguna cosa positiva como mejora en este tipo de casos?

«Sobre todo la importancia de la confianza depositada en los profesionales de los centros. La pandemia implicó una gran complicidad interna dentro de los equipos profesionales, y eso lo notaron tanto los residentes como sus familiares. Especialmente se notó en el hecho de haber dado voz, atención y respecto a las voluntades de todas las personas que atendimos. Lo más importante es, en todos los casos vitales, el acompañamiento, el respeto y la tranquilidad de sentirse escuchado y querido».

Voluntades anticipadas

Olesti recuerda que «estas instrucciones las pueden realizar las personas mayores de edad, con capacidad suficiente y de manera libre —dirigiéndose a su médico—, por si llega el caso en el que no puedan expresar su voluntad». En este se puede indicar, entre otros, el tratamiento médico que se quiere recibir. La Generalitat ofrece más información en su portal web.
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